Cuando la idea de la separación fue tomando forma entre el padre de mis hijos y yo y parecía que iba a ser nuestro camino, me preguntaba cómo iba a mantener una crianza consciente si me separaba.
Venía de la idea de que una separación era lo peor que le podíamos hacer a los hijos, que era un acto egoísta de los progenitores que no eran capaces de aguantar por sus hijos y les dañaban por ello.
Tenía tantos juicios y creencias limitantes en torno a la separación que sentía que tenía una soga al cuello ahogándome. Yo no quería dañar a mis pequeños, había puesto muchísima atención y cuidado en la forma de criar. Había leído y asistido a muchísimos cursos y talleres para ser mejor madre y… ¿me iba a separar? ¿Cómo iba a hacerle eso a mis pequeños?
A la idea de fracaso le sumaba este peso y se me hacía insoportable. Por eso necesité investigar y estudiar acerca de las consecuencias psicológicas en los hijos de progenitores separados y me llevé una inmensa sorpresa al comprobar que no existen estudios científicos que avalen el perjuicio emocional en los menores por la separación de sus padres.
Pues lo perjudicial no es una separación en sí, sino una mala gestión de la separación, de la misma manera que puede perjudicar y dañar a los menores una mala gestión de la relación de pareja.
Así que no es la forma de la relación, es decir, estar juntos o separados, lo que beneficia o perjudica a los hijos, sino la atención a sus necesidades. Es esto último lo que conviene cuidar y atender.
¿Cuáles son las necesidades auténticas de cualquier hijo e hija?
Lo que tus criaturas necesitan para crecer con salud mental es:
- Sentirse amados
- Sentir que pertenecen
- Sentir seguridad y confianza para poder ser ellos mismos
- Sentirse vistos, escuchados y tenidos en cuenta
- Sentirse importantes y válidos
La idea de que los hijos nos necesitan juntos, en pareja, no responde a una necesidad auténtica, sino a la creencia cultural forjada durante siglos por nuestra tradición judeocristiana y por intereses sociales.
Las necesidades auténticas se pueden cubrir estés o no en pareja y es, precisamente la atención a éstas, lo que va a permitir que sean adultos con una buena base de autoestima y resiliencia. Cuestiones fundamentales a la hora a de poder adaptarse y enfrentarse a los cambios y situaciones que la vida les ponga por delante.
Me preocupan mis hijos
La preocupación por los hijos es la mayor inquietud que surge ante un proceso de separación. El miedo a si estarán bien o no, la inquietud a ser suficiente para ellos, la incertidumbre acerca de cómo abordar en soledad todo lo que conlleva la crianza y llevar un hogar…
Teniendo en cuenta que en esta etapa no solo atraviesas el duelo por la pareja que dejáis de ser, sino también por el molde familiar que deja de existir, por el proyecto de vida que se esfuma y por unas expectativas en el rol de madre (o padre) que desaparecen.
Es importante que también te atiendas a ti. Encontrar el equilibrio entre tu cuidado personal y el cuidado de los hijos es un gran desafío durante el proceso de separación, sobre todo porque desde la exigencia es fácil que caigas en la culpa «por no estar tan presente como debería». Precisamente sobre este motivo de culpa y muchos otros que surgen con la separación, hablamos en este directo de Instagram que aún puedes ver.
Es normal que surjan preocupaciones acerca de los hijos y cómo lo van a llevar, sin embargo debes saber que esta etapa es solo un paréntesis en tu vida y en la de ellos. Que en sus vidas cuenta muchísimo todo lo que has sembrado hasta ahora y todo lo que sembrarás una vez atravesado todo el proceso de la separación.
Ni tu vida ni la de tus hijos depende de esto que ahora estáis viviendo.
Vivimos en una época en la que todo está cambiando y la forma de criar también. El viejo paradigma de la crianza se basa en el miedo, es una crianza donde el autoritarismo se pone por delante y se entiende que los adultos saben y los niños y niñas no.
Utilizando de una forma más o menos consciente el chantaje, las amenazas, la manipulación y los castigos como medio para lograr la obediencia como si eso fuera lo más importante y lo que define la valía de ese pequeño o pequeña.
La crianza consciente es un nuevo paradigma en el que se trata de reflexionar antes de actuar con los menores, pues el automático llevará a hacerlo de la misma manera que lo hicieron contigo, cuando probablemente no lo quieras hacer así.
Para hacerlo diferente es muy importante poner mucha atención, intención y práctica, práctica y más práctica, pues no es nada fácil integrar una nueva forma de hacer y hablar cuando no tenemos registro en la infancia de una forma respetuosa de educar y escasas referentes.
La crianza consciente aboga por entender que el comportamiento de los niños responde al malestar que sienten en cada momento. En este otro artículo te contamos precisamente cuáles son las conductas más habituales en los menores durante el proceso de separación.
Los niños y niñas no hacen las cosas por llamar nuestra atención para fastidiarnos, en absoluto, si llaman nuestra atención es precisamente porque nos necesitan, porque necesitan nuestra mirada y en muchos casos ayuda para gestionar el malestar que sienten en su interior.
Por eso precisamente la crianza consciente puede ayudar y sumar tanto en vuestra relación y en un momento de cambios para todos y por ello especialmente sensible.
En primer lugar porque te permite a ti conocer las necesidades auténticas de tus hijos y así poder atenderlas hasta donde te es posible, pues desde la crianza tradicional te estarás basando no en las necesidades reales de los menores según la neurociencia, sino en creencias sociales y culturales.
Y en segundo lugar porque podrás entender mejor a tus hijos y entonces atenderles según lo que necesitan en cada etapa. Algo que sin duda os puede acercar y fortalecer vuestro vínculo.
Esto solo podrás hacerlo si aprovechas cada desafío como una oportunidad para ello, pues desde el lamento, el victimismo o la culpa no será posible.
Y en todo momento recuerda que tú también eres importante. Que la crianza no solo va de atender las necesidades de los menores, también va de ti, de que te cuides y atiendas primero porque tú también eres importante y segundo porque sin atenderte a ti misma difícilmente vas a poder conectar con tus hijos para vislumbrar qué hay detrás de cada comportamiento, es decir, cuál es la raíz de sus conductas.
Mientras atraviesas el duelo por la separación es normal que te sientas vulnerable, por ello no es momento para exigirte. Entiende que este es un paréntesis en vuestra vida y que tal vez sea un buen momento para pararte a reflexionar acerca de qué madre (o padre) deseas ser para tus hijos.
Pues ahora que sabes que no os necesitan juntos, sino otras cuestiones muy accesible, puedas atenderlas para así estrechar y fortalecer vuestra vínculo. Este es precisamente uno de los muchos beneficios de la crianza consciente.
Una de las máximas de la crianza consciente es cultivar la presencia con los hijos, precisamente porque lo que necesitan en mayor medida es sentir tu mirada. Sentir que les ves, pero no por lo que hacen, sino por ser quienes son: seres únicos en este planeta.
Cuando estamos atravesando la montaña rusa de la separación es muy difícil ofrecerles esta mirada porque estamos en modo supervivencia. Sin embargo el que lo sepas puede ayudarte a comprender a tus hijos y en los ratitos que puedas apagar todos los pilotos automáticos de los “tengo que” para echarte en el suelo a mirarles mientras juegan, leerles un cuento o lo que te sea posible que, poniéndotelo fácil, te respete a ti y cubra su necesidad de mirada.
Pues no se trata ahora de ser una súper mamá o súper papá, sino de entender qué necesitan y utilizar la crianza consciente no para exigirte, sino a tu favor para coger los pellizcos de esta según puedas implementarlos.
Y después, según vayas avanzando en tu proceso podrás así ir implementando más cuestiones, pues sin duda este nuevo paradigma de crianza juega a nuestro favor en los procesos de separación.
Es más, vemos con mucha frecuencia cómo familias que ya llevaban a cabo en su día a día la crianza consciente y después una separación consciente, los hijos e hijas se adaptan con una naturalidad pasmosa a los cambios derivados del divorcio.
Su capacidad de adaptación y resiliencia es sin duda mayor. Y es que los beneficios de la crianza consciente son muchísimos. Por eso en la medida en la que vayas pudiendo, poquito a poquito, ve incorporando lo que esté emocionalmente a tu alcance.
Cuestiones prácticas de la crianza consciente
- Los menores necesitan orden y estructura, por ello las rutinas pueden ser de gran ayuda en un momento de cambio como es el proceso de separación.
Esto les proporciona confianza y seguridad que son algunas de las necesidades auténticas que te enumeramos al inicio de este texto.
Esto no significa que haya que ser inflexible, sino más bien tener la capacidad de adaptarse a los pequeños cambios del día a día, manteniendo una base sólida de estructura y previsibilidad. Especialmente cuando más pequeños sean, más necesitan esto.
- Es muy beneficioso mantener una comunicación abierta y honesta con tus hijos acerca de la separación. Esto en ningún caso debe pasar por contar detalles o cuestiones que no necesitan saber y que precisamente les puede generar inseguridad y desconfianza, algo contrario a lo que necesitan.
Se trata más bien de crear un espacio de confianza en el que sientan que pueden expresarse y preguntar lo que necesiten porque les escucharás y responderás. Si sienten que te enfadas o pones triste por lo que preguntan o cuentan, aprenderán a callar para cuidarte.
A veces puede dolerte o escocerte lo que te dicen o preguntan, sin embargo la expresión libera y sana, así que es muy beneficioso que al menos contigo puedan expresarse libremente.
- Porque por el mero hecho de existir te lo mereces y porque es una situación muy sensible para ti, es imprescindible que te atiendas y ocupes de cuidarte física y mentalmente.
El cuidado físico pasa por comenzar durmiendo las horas que necesitas y cuidando tu alimentación, ese es el mínimo y después incorporar ejercicio, que ahora que pasas tiempo sin tus hijos tienes más espacio para ello.
Y por supuesto atiende también lo emocional (que se ve afectado por las horas de sueño y tipo de alimentación, así como el ejercicio) haciéndote con una red de apoyo, ya sea familiar, de amistades o profesional que te sostenga y ayude como necesitas, pues no es fácil estar presente y disponible para tus hijos en un momento en el que te invaden los miedos, la culpa y puede que también la tristeza o la rabia.
Tú también eres importante.
Cuidar de ti y priorizarte no es un acto egoísta ni un lujo, sino una responsabilidad que tienes primero contigo, porque tú también importas y después con tus hijos.
Date permiso también para disfrutar cuando estés sin ellos, pues muchas veces la culpa acecha por la falsa creencia de que al estar sin ellos por haberte separado, deberías estar de luto.
Estar bien cuando estás sin ellos no define tu valía como madre ni tu grado de dolor. Sentir más o menos dolor no te convierte en mejor o peor madre. El amor no se mide, se siente.
- Los límites es algo que suele faltar en esta etapa por el sentimiento de pena por los hijos o por la culpa, cuando realmente los límites les ayudan a sentirse importantes y les da orden y estructura, lo que proporciona confianza y seguridad. Vaya, que esta es una de las patas fundamentales. Todo ello responde a las necesidades auténticas de los menores, por lo que lejos de perjudicarles, les beneficia y cuida mucho.
Un límite es un acto de amor y es normal que se enfaden cuando se los pongas y no entiendan su sentido ni les guste. No les toca entender que lo haces por su bien, te toca a ti reflexionar acerca de qué limites quieres poner para informar con claridad sobre ellos y ponerlos con firmeza, no pidiendo permiso.
Lo que marca la diferencia de la crianza consciente y la tradicional, como de la separación consciente y la tradicional es la reflexión previa para tomar las decisiones con conciencia, el reconocimiento, la atención a las necesidad, la presencia y conexión. Y nada de todo esto lo puedes ofrecer sin ocuparte de ti primero, pues tú también importas.