Cuando no quieres sufrir por la separación.
Si hay algo que deseamos todos los seres humanos es no sufrir. De hecho, si pudiéramos, elegiríamos no sentir dolor, sin embargo, el dolor es inherente a la vida como lo es la alegría y superar la separación supone atravesar el dolor.
En la medida en la que luchamos contra esto como si de un enemigo se tratara, más grande hacemos el monstruo. Nos enseñaron que la vida y el sentido de esta era la felicidad y la asociamos a la alegría, cuando realmente no es posible vivir en una alegría permanente. Las emociones son el motor para el cambio, son las que nos llevan a la acción, por lo que no se trata de obviar las que nos resultan desagradables o incómodas, sino más bien de aprender a escuchar cada emoción para saber qué nos viene a decir, y así poder construir una vida en paz y en pro del tipo de vida que deseamos vivir.
Para ello el final de una relación de pareja ofrece una gran oportunidad, pues no es posible superar la separación sin acoger los aprendizajes que esta viene a ofrecer. Claro que se puede taponar la herida que crea la ruptura para hacer como si ese dolor no existiera. Pero entonces, en algún momento de tu vida ese dolor que anestesiaste volverá a surgir y no lo hará con mesura, sino a un volumen mayor.
Yo suelo decir que entendiendo que a esta vida venimos a aprender, amar y disfrutar, si de algún aprendizaje no nos enteramos, la vida nos susurra, si permanecemos con sordera nos sube el volumen y nos habla y si así tampoco logramos enterarnos, entonces nos grita.
Por eso si ahora no puedes o no quieres adquirir los aprendizajes que la separación te pone por delante, estos volverán a llegar a tu vida con un envoltorio diferente. Envoltorio porque cada circunstancia dolorosa o desagradable, por mucho que incomode, es un regalo que te trae la vida para aprender, crecer y acercarte así a tu verdadero ser, a tu esencia, a ese ser que el mundo necesita para sumar en pro del amor y para hacer de esta una sociedad un poquito mejor.
Por eso ante una separación puedes esconderte en tu caparazón sintiendo que has fracasado o que tu familia se ha roto, presa de las creencias limitantes que tenemos tan arraigadas en nuestro inconsciente individual y también en el colectivo, o entregarte a lo que la vida viene a enseñarte.
No es fácil, lo sé, yo siempre digo que la separación es como una rosa, supone en muchos casos atravesar un tallo lleno de espinas, pero al final del camino tiene la mayor de las recompensas: el encuentro contigo misma. Encontrarte con una flor preciosa y hermosa que nunca imaginaste ser. La separación es el encuentro contigo libre, libre de comportarte como la persona que se suponía que tenías que ser para abrazarte siendo quien realmente eres, libre. Una persona capaz de ver y reconocer sus sombras y también sus luces, y abrazarte con todo lo que eres.
Si te resistes sufrirás, si te entregas, aprenderás.
La separación puede ser una oportunidad para una vida mejor y para que esto sea posible, si sientes dolor no luches contra él, déjalo estar y pregúntate qué viene a decirte la rabia, frustración, tristeza, culpa, alegría, nostalgia y cada emoción que sientas en cada momento. Mira más allá del hecho que te enerva o que te activa esa emoción.Trasciende la mirada para ver lo que hay detrás, pues es tras el telón donde podrás hallar los tesoros que la separación viene a regalarte.
Teniendo en cuenta que hemos crecido creyendo que amar era atender a otras personas, cumplir sus expectativas y atender sus necesidades, sino el mayor, uno de los mayores aprendizajes/regalos que viene a traernos la separación es el amor propio. Empieza a darte permiso para brillar y no fustigarte por tus posibles errores, sino asumiendo la responsabilidad, que es la que te lleva a la acción y soltando la culpa que es la que te mantiene en una cueva oscura sin salida.
Al llegar al amor propio podrás entonces trascender la visión del amor romántico en el que lo que se da, es más bien dependencia emocional, para llegar así a la visión del amor, ese amor de verdad que es infinito, incondicional y que no entiende de formas ni estructuras.
Ese amor que sabe ver más allá del comportamiento de las personas y sabe entonces mirar con compasión cuidándose, es decir, poniendo límites y protegiéndose de aquello que no le conviene o quienes le hacen mal porque no saben todavía amar.
Cuando puedes llegar al amor propio y amarte de forma incondicional, que es como te mereces, podrás agradecer lo vivido. Eso es lo que ha vivido nuestra compañera Bea Aguirre, ella se ha separado en dos ocasiones, en el Congreso Creando Nuevas Familias participa como ponente y cuenta su experiencia.
Hace poco se cumplieron los dos años de su segunda separación y escribió este texto que nos ha regalado para que podamos compartir contigo:
Palabras de una madre separada en duelo
Duele el duelo,
la pérdida, la renuncia
y los sueños rotos.
No importa si es elegida
o impuesta,
siempre duele.
Y atravesando ese dolor
sanamos.
Parar, pausar, escuchar,
dar espacio para que emerja
el quejido sordo, el lamento,
el miedo y la soledad.
Recordar los momentos
que nos marcaron,
volver a vernos, esta vez desde fuera,
y asumir.
Asumir que el amor
y las buenas intenciones
no lo pueden todo.
Que hay heridas
que nos acompañarán siempre,
heridas que tú me muestras
pero son mías.
Agradecer el camino recorrido juntos,
haber crecido a tu lado
y haber aprendido a quererme
a través de ti.
Entender que el daño,
aunque me hubiese gustado evitarlo,
era necesario para mutar.
Dejar de ponerme por encima
queriendo evitar sentirme pequeña,
para poder mirarte a los ojos
y, por fin, verte.
Poder ver tus heridas,
ya no como una amenaza,
sino como una verdad
desnuda y cruda que nos une.
Tomar distancia
para poder ver con más claridad
y honrar todo lo vivido a tu lado.
Incluyéndolo todo: lo bueno y lo malo.
Contemplar con serenidad
el cuadro completo,
y atestiguar todo el aprendizaje
y la evolución que, sin ti,
no habría sido posible.
Me empeñé en querer hacerte mejor,
sin darme cuenta de que era yo
quien me volvía mejor a tu lado.
Y aunque entonces no fuese visible,
afrontar todos los retos,
que han sido muchos,
me ha hecho crecer.
GRACIAS por ello.
GRACIAS por hacerme ver
lo poco que me quería,
y por enseñarme
a quererme mejor.
GRACIAS por mostrarme mis heridas,
invitándome a atenderlas.
GRACIAS por no rendirte nunca,
para aprender a rendirme yo.
GRACIAS por hacerme ver mi orgullo
para ser más humilde.
GRACIAS por creer en mi
cuando yo no lo hacía.
GRACIAS por concederme
lo que yo no me concedía.
GRACIAS por devolverme tu mirada
cuando yo me sentía invisible.
GRACIAS por rescatarme
y por mostrarme lo que necesito.
GRACIAS por vencer tus miedos
y apostar fuerte por nosotros,
porque, aunque sintamos que hemos perdido,
es mucho lo que hemos ganado juntos.
GRACIAS por el fruto
de esta historia de amor
torpe e inocente.
Lamento que hayas tenido
que sufrir mis sombras y, a la vez,
te agradezco que las hicieses luz.
Lamento no haber podido verte
y haberme empeñado en cambiarte.
Lamento que mi necesidad de amor
me impidiese amarte mejor.
Lamento haber roto tus sueños
por no querer seguir soñando
una historia que no estábamos viviendo.
Asumir, aceptar y renunciar
para poder seguir caminando.
Agradecer. Honrar. Cerrar.
Y seguir viviendo,
más ligera y más yo.
El peligro de la separación consciente
En las sesiones individuales me encuentro con cierta frecuencia a madres que renuncian a sí mismas por el hecho de llevar a cabo una separación consciente y te diría que se dejan pisotear por su ex a favor de sus hijos, dicen. Sin embargo, esta no es una opción sana ni un modelo beneficioso para las criaturas.
Precisamente superar una separación supone aprender a cortar el cordón umbilical con la otra persona para estrechar el vínculo contigo misma, aprendiendo a validarte, a sentirte suficiente y dejar de compararte. En la mayoría de los casos supone aprender a poner límites y a afrontar el conflicto, pues por no discutir delante de los hijos se invisibiliza el que ya existe, pero se queda escondido a costa, en la mayoría de los casos, de las madres y esa tensión la perciben los hijos e hijas. Esconderlo no es la solución, de hecho aprenden así las criaturas a evitar el conflicto, a pasar por encima de sí por evitarlo y dejan de aprender entonces formas sanas para sí mismas de vivirlo.
La separación no solo, no es lo peor que le puede pasar a tus peques ni tiene por qué ser traumática, sino que puede ser una oportunidad para que aprendan un modelo sano de amor, de amor propio. En ti está que decidas andar este camino donde en lugar de esconderte y lamentarte de todo lo que no puedes hacer, asumas las riendas de tu vida para así responsabilizarte de todo lo que sí puedes hacer.
Recuerda, las emociones nos mueven a la acción, pregúntale a cada emoción que viene a decirte y ríndete a lo que la separación viene a enseñarte. Andar el camino que te lleva al amor propio cuando no nos han enseñado a hacerlo ni contamos con referentes de amor propio no es fácil, y mucho menos si en tu infancia no te amaron como necesitaste. Por eso si se te hace un mundo todo esto respira y pide ayuda, no tienes que andar este camino en soledad.
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