Ser madrastra va mucho más allá del estereotipo de los cuentos y de la rivalidad entre mujeres.
La mayoría de las mujeres hemos crecido y sido educadas en un entorno de rivalidad entre nosotras y de imperfección por el hecho de ser mujer. De hecho, esto último suma aún más a dicha rivalidad.
Nos hemos creído el mensaje patriarcal de la competitividad y la lucha de poder olvidándonos así de nuestra propia esencia: el amor.
Juntas las mujeres sumamos mucho más. Las redes que podemos tejer entre nosotras son realmente maravillosas, pero para ello necesitamos desaprender ese modo tan arraigado en nuestro inconsciente que nos dice que, “si ella está allá arriba entonces yo estoy aquí abajo”, y entonces entramos en rivalizar.
No, no tiene porqué ser así. Cada persona es única e irrepetible y cada una de nosotras aportamos cosas muy diferentes, o similares, pero desde nuestra esencia única e inigualable, lo que nos convierte a su vez en únicas.
Todas las personas somos complementarias y el mundo necesita de la luz de todas y cada una. La luz de una mujer no apaga la luz de otra, más bien todo lo contrario. Yo nos veo como antorchas, y cuando una se permite prender su luz, su fuego, permite que otras puedan prender su propia luz a partir del fuego de la de al lado.
Partiendo de la base de rivalidad y competitividad en la que hemos crecido las mujeres en occidente, es normal que ante la llegada de una nueva figura femenina a la familia, como es la madrastra, el miedo haga su aparición por la puerta grande.
Precisamente de dicha rivalidad entre mujeres es de la que se ha alimentado Disney para potenciar la imagen de madrastra como figura malvada en sus historias, ¿quién no recuerda la odiada madrastra de Cenicienta?
Sin embargo, una madrastra no es más que una mujer que inicia una relación de pareja con otra persona que tiene peques de una relación anterior, y no llega para quitar el lugar de nadie, ni para restar, sino todo lo contrario.
La llegada de la madrastra a la familia puede sumar y mucho porque el amor no se divide, el amor suma y se multiplica cuanto más amor damos. Por eso ante la llegada de la madrastra lo que sucede es que nacen nuevos vínculos y nuevas figuras de referencia para las criaturas.
Las dificultades surgen principalmente en dos sentidos:
La madre separada: quién ante la llegada de una nueva figura femenina en la vida de sus peques, teme que su lugar como madre sea usurpado. Es fácil que ella conecte con sus miedos que tienen más que ver con su niña interior, con su herida primaria. Miedo al vacío, al abandono, a no ser suficiente, a que ya no la quieran, a que la otra persona sea mejor que ella…
La madrastra: carga con un rol que no ha elegido de primeras, sino que le ha venido dado al enamorarse de una persona que ya tenía peques. Un rol que lleva consigo numerosas cargas sociales y juiciosas que dificulta saber cuál es su papel en esa familia enlazada que ha nacido con su llegada.
Los miedos son los mismos y vienen del mismo lugar: la niña interior herida. Se pone en alza entonces sus inseguridades y el miedo tanto a no hacerlo bien como a no ser suficiente, entre otros.
Como ves, tanto de una mujer como de otra lo que se mueven ante el rol de madrastra es miedo, miedo y más miedo. ¿Y ahora qué?
Te puedes quedar en la visión del miedo donde nunca encontrarás paz, plenitud ni satisfacción y en su lugar mantendrás una inquietud constante que a veces sentirás con más fuerza y otras con menos. O puedes cambiar tu visión para siendo la situación la misma, mirarla con otras gafas diferentes, las gafas del amor.
Para poder hacer ese cambio, seas tú la madre separada o la madrastra, es importante que primero puedas reconocerte a ti misma todos los miedos que sientes. Ponle nombre a cada uno de ellos, mira con qué situaciones y/o miedos de tu infancia puedes conectarlos, háblale a cada uno de ellos y háblale a tu niña interior. Explícale cómo ahora ya eres adulta y tú te vas a hacer cargo de la situación, por eso no tiene que preocuparse.
En la medida en la que puedas reconocer tus heridas de la infancia y puedas automaternarte, irás sanando y pudiendo tener puestas cada vez durante más tiempo las gafas del amor.
Eso no significa que tengáis que ser amigas, sino que puedas dejar de verla como tu rival. La madre separada es fácil que vea a la madrastra como rival en la relación con los hijos y la madrastra a la madre separada como rival en la relación con el padre, pues puede temer que este vuelva a enamorarse de la madre.
Miedo, miedo y más miedo de nuevo.
¿Y qué se le está enseñando mientras tanto a las criaturas? A esos niños y niñas que no entienden de rivalidad en el amor sino todo lo contrario.
Somos seres amorosos por naturaleza y las criaturas, sobre todo antes de la llegada de la adolescencia, están muy conectadas a su esencia, por lo que es muy fácil que vivan las situaciones nuevas con las gafas del amor puestas. Salvo cuando reciben contaminación adulta, donde entonces es fácil que entren en conflicto de lealtades.
¿Qué pueden ganar ante la llegada de la madrastra?
Ganan en contar con una persona más que les proporciona amor, cuidado, confianza… una figura más de referencia en su vida.
El rol de madre y el rol de padre está muy definido en nuestra sociedad, mientras que el de madrastra no. Y depende mucho de cada familia y de cómo sean las relaciones que esta ocupe un lugar u otro en la relación con las criaturas.
Sin embargo, hay algo que está muy claro, en el corazón de los hijos e hijas el lugar que ocupa su madre y su padre no lo puede ocupar ninguna otra persona.
Imagina que su corazón es un patio de butacas, pues bien, delante de todas las butacas hay dos tronos que son de las mismas dimensiones y están a la misma altura. Uno de estos es para mamá y el otro es para papá.
En la primera y segunda infancia somos su dios y su diosa y nadie puede ocupar nuestro lugar, incluso en los casos en los que hay negligencia por parte de uno de los dos, las criaturas siguen teniendo ese espacio sagrado en su corazón para cada progenitor.
Ese patio de butacas que está en su corazón va creciendo en la medida en la que van incorporándose nuevas personas a sus vidas y cada una de ellas viene a enseñarles y aportarles algo que ninguna otra persona puede enseñarles ni aportar.
Como les decimos a nuestros peques, el corazón es como un globo, cuanto más soplas más crece, pues a cuantas más personas amamos, más crece nuestro corazón.
La madrastra y el padrastro podrán llegar a ocupar sillones preferenciales en ese patio de butacas del que te hablo, pero serán eso, sillones preferenciales, no tronos porque el lugar que ocupa un padre y una madre en su corazón es SAGRADO.
Otra de las dificultades que se dan en la relación madre separada y madrastra surge del padre, quien puede que busque en la madrastra que ella asuma la responsabilidad maternal cuando sus peques están con él y su pareja.
Al tener escasos referentes de padres presentes, muchos hombres se sienten perdidos en su rol de padre e inconscientemente buscan que su compañera ejerza por él sus responsabilidades parentales.
Una vez más se ponen de relieve los miedos, en este caso del padre, quien se encuentra desorientado en su rol en la crianza de sus peques . Muchas veces porque en la relación de pareja anterior era la mujer quien llevaba el mayor peso de la crianza. Vuelven a flote miedos al vacío, a no ser suficiente, a no hacerlo bien…
Como siempre digo, no todo está a tu alcance, lo único que puedes controlar es lo que está de piel para dentro. Está en ti decidir qué gafas quieres ponerte para ver la familia que sois, una familia cuyo molde ha crecido y se ha ensanchado dando cabida a más personas.
Ese cambio de mirada no tienes que hacerlo de hoy para mañana, requiere consciencia, autoobservación y práctica. Date tiempo, no te presiones y trasciende la mirada del miedo al amor, eso te permitirá vivir con más paz.
Myriam dice
Muchísimas gracias por tu generosidad al escribir desde el corazón estás palabras. Es cierto que hay que tomar conciencia de todos esos miedos, desde el amor y la gestión de creencias limitantes que tanto nos contaminan en el día a día. Un saludo
Rocío López de la Chica dice
Cuánto me alegro de que te hayan llegado, y además desde el sitio desde el que lo he hecho. Gracias por tomarte el tiempo de escribir para decírmelo. Un fuerte abrazo ❤️.
Ana dice
De una Madrastra, aunque me gusta más el nombre de «Mama2».
Nunca quise ocupar el roll de su Mamá y siempre se lo dejé claro a la peque (con el respeto que yo hablaba de su Mamá, los actos y las palabras ella lo entendió muy bien). Siempre la dije que su Mamá y Papá, es lo más importante para ella, pero si ella quiere, puede querer a más personas (hay muchas formas de querer).
Ella se sentía culpable de quererme y le explique: que por querer a una, no tiene que dejar de querer a otra… Y le puse el ejemplo, si quieres a los abuelos, dejas de querer a los primos, o a los tíos??? Que su corazón es muy grande y todos podemos estar en su corazón.
Para mi lo más importante, para que los niños de papas separados, empiezan aceptar a la otra pareja, es el Respeto, la paciencia, no forzar nunca, dejar el espacio entre su padre o madre, cuando ellos están y hacer cosas juntos…
Rocío y Miguel Ángel dice
Ana qué bien que lo vivas así y qué suerte de la hija de tu pareja de tenerte, pues solo a través de tus palabras transmites mucha serenidad y paz y eso seguro que le llega a ella en grandes dosis. Qué bonito cuando podemos vivirlo desde el amor en lugar de hacerlo desde el miedo. Un abrazo grande y gracias ñor compartir tu vivencia.