Con la separación llegan numerosos desafíos y cada uno de estos son oportunidades para ti, para aprender, crecer y amarte cada día un poquito más.
Hemos crecido creyendo que lo importante estaba fuera de nosotras, que nuestra valía dependía de la aprobación ajena. Tratando así de cumplir las expectativas de los demás y haciendo según lo que nos decían que era correcto o incorrecto nuestros referentes: mamá, papá, profesorado, terapeutas, jefes y jefas…
Esperábamos entonces que otras personas nos validaran y fue así como nos fuimos desconectando de nuestra esencia, de nuestro ser, para comportarnos como los demás esperaban de nosotras.
Así se hace difícil a determinada edad, sentirnos seguras de nuestras decisiones y de andar el camino del amor propio.
¿Cómo es eso de amarnos a nosotras mismas? ¿Cómo se hace?
No hay varita mágica para ello, pero sí algo que funciona, y es ponerle conciencia y practicar. Porque esto del amor propio es como tantas otras cosas, requieren entrenamiento, máxime cuando hemos aprendido justo lo contrario, la desconexión con nuestro ser. Requiere entonces conciencia, tiempo y práctica para implementarlo como una parte más esencial de tu vida.
Con la separación se da una conexión directa con el vacío y así una resonancia con las heridas de la infancia que tienen que ver con la sensación de abandono y rechazo. Por eso, es un momento ideal para, en lugar de refugiarte en el lamento y quedarte anclada en el sufrimiento, hacerte cargo de ti desde la adulta y vivir el inicio de una vida colmada de amor. NO del romántico que ofrece la relación de pareja, sino amor de verdad, del que nutre y sacia.
Hollywood y Disney nos han hecho mucho daño haciéndonos creer que al caer a un agujero negro habrá un guapo príncipe azul que tenderá su mano para sacarnos de allí. Sin embargo, la mejor mano y el mejor corazón que existe para rescatarte eres tú misma.
No tienes por qué hacerlo sola, pedir ayuda es uno de los actos de valentía más grande que existe. Ahora bien, da tú los primeros pasos para salir de ahí.
Cuando digo que la separación es una oportunidad para el amor propio es precisamente por eso. Porque ante la conexión con el vacío podemos comenzar a llenarlo con nosotras mismas, a amarnos para ser nosotras quienes nos demos lo que necesitamos en cada momento.
En el directo con Sofía Sánchez de Tagle hablábamos de las cuatro patas principales que llevan al amor propio, te las cuento por aquí para que puedas comenzar a implementarlas en tu día a día para construir la senda hacia el amor a ti misma.
Sanar las heridas.
¿Has escuchado o leído acerca de la niña interior?
Todo lo que has vivido en tu infancia, seas consciente o no, ha dejado una huella en ti. De forma que las experiencias vividas en tu niñez condicionan tu presente a menos que te hagas cargo de tu niña interior.
Todas las personas necesitábamos saber en nuestra infancia que importábamos, que se nos tomaba en serio, y que se aceptaba y amaba cada una de nuestras facetas, que podíamos contar con el amor de nuestros mayores. Si no hemos satisfecho estas necesidades, nuestra niña se quedó herida y la niña interior contamina entonces a la adulta con un anhelo insaciable de amor, atención y afecto, no importa cuánto amor recibas porque siempre será insuficiente.
La distancia que hubo entre lo que necesitaste y lo que recibiste en cuanto a comprensión, aceptación, validación y amor es lo que forja la herida de tu niña interior.
Tus padres lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron, su niño y niña interior también estaban heridos. Y tú en la necesidad de sentir que pertenecías a tu familia, adoptaste los comportamientos necesarios para cubrir las expectativas de tus mayores referentes, tus padres. Ese es el inicio de tu desconexión contigo, con tu esencia.
La niña interior sigue buscando que la quieran, que la protejan y que cubran sus vacíos. Se muestra a través de las emociones desbordadas y la dependencia entre otras cuestiones. A veces tenemos una pataleta de niña pequeña y no sabemos por qué, pues se debe precisamente a que nuestra niña interior herida ha tomado las riendas en vez de nuestra adulta.
Por eso sanar a tu niña es tan importante, porque es la autopista directa hacia el amor propio. Reconocerla en ti te permite comenzar un proceso de automaternaje para darle a tu niña interior lo que en su día necesito y no obtuvo. Es esto lo que te permitirá ir al siguiente paso: la aceptación.
Aceptación.
Sin la aceptación de ti misma no hay amor propio posible. O al menos yo no lo conozco.
Acéptate con tus luces y sombras. A mí me gusta la frase de uno de los formadores que tuve que decía: “todas las personas somos mitad hijas del diablo, mitad hijas de dios”. Y es que es así, todas las personas tenemos nuestra luz y nuestra sombra y no se trata de esconder la sombra ni tampoco vivir empequeñeciendo nuestra luz por miedo a brillar.
Obsérvate en tu completitud, reconoce tu luz y tu sombra y abraza cada parte de ti. No eres una cosa u la otra, eres una cosa y la otra y está bien. Trátate con cariño y ten paciencia contigo en el proceso.
Eres mucho más que tus errores. Nuestro cerebro aprende a través de los errores, no de los aciertos, por lo que no te fustigues ni juzgues, ten compasión de ti misma.
El miedo al rechazo, a no ser aceptada y querida, desemboca en el gran miedo compartido por los seres humanos: el miedo a ser auténtica.
Abrázate en cada miedo, quiérete en cada momento y dite con frecuencia: te veo, te siento, te amo, te apoyo, estoy contigo… No esperes a que otras personas te lo digan primero. Sé tú la primera de tu lista. ¿Cómo puedes aceptar a tantas personas antes que a ti misma?
La aceptación y el amor propio son ingredientes que llevan inevitablemente a una vida mejor y un cambio en las relaciones, satisfactorio para ti.
Atender las necesidades.
La distancia que hubo entre lo que necesitaste en tu infancia y lo que obtuviste, es lo que generó la herida de tu niña interior. No se trata de que vayas ahora a reclamar a tu madre o a tu padre aquello que te faltó, sino que aprendas a dártelo tú misma. Es lo que yo denomino el proceso de automaternaje.
Es la capacidad de conectar contigo y tus necesidades para atenderlas tú misma. Para darte ese abrazo y sensación de cobijo, para darte el halago, la aprobación, el rato de diversión o de relax que necesitas… Lo que sea que necesites puedes dártelo tú misma.
Poner límites es una de las necesidades más frecuentes y menos satisfechas, pues precisamente por el miedo a perder el amor o aprobación externa, es fácil decir sí cuando realmente quieres decir no. En ese caso estás pasando entonces por encima de ti en pro de satisfacer las necesidades de otras personas.
Este tipo de acciones hacen que gotita a gotita vayas llenando tu olla a presión hasta que llega el día menos previsto y con la persona menos apropiada y explotas. ¿Sabes lo que sucede después de la explosión emocional? Que llega doña culpa a visitarte, y ya sabemos lo incómoda y desagradable que es…
Todas las personas tenemos cientos de necesidades al día. Es importante que puedas escucharte, que te mantengas conectada a ti y te atiendas. No las vas a poder satisfacer todas, pero sí las más importantes.
Y si te preguntas cómo puedas conectar contigo, te diré dos formas fundamentales: la meditación y/o haciendo aquello que alimenta tu alma. Ya sea bailar, cantar, pintar… lo que sea que te conecta con tu esencia.
Responsabilidad.
En la adultez no tenemos que hacer nada, todas nuestras acciones se basan en elecciones. Todas. Hasta poner la lavadora que es de las cosas que menos me gustan hacer a mí.
Nos pasamos la vida engañándonos creyendo que tenemos muchísimas obligaciones que cumplir, sin embargo, no es así, son elecciones que hacemos. Y precisamente estás donde hoy estás por las decisiones que has ido tomando a lo largo de tu vida. Nadie te ha puesto ahí donde estás.
Pero no te juzgues si estás en un sitio que no te gusta. Juzgarte en tu yo del pasado con lo que hoy sabes y eres es muy injusto. Es como si un niño de 6º de primaria se mete con uno de 2º de primaria por no saberse las tablas de multiplicar. No sería justo, ¿verdad? Pues no te juzgues entonces en el ayer con lo que hoy eres y sabes.
Ahora bien, todas las acciones y decisiones tienen consecuencias, comenzando por la más básica de todas: respirar. Si eliges respirar, vives, y si eliges no respirar, mueres. A partir de ahí todo lo que heces son elecciones.
Creernos que son responsabilidades que tenemos que cumplir nos coloca en una posición de victimismo, mientras que hacerlas desde la conciencia de que es lo que estamos eligiendo, nos posiciona en la responsabilidad.
Vuelvo al ejemplo de una de las cosas que menos me gusta hacer: poner lavadoras, tender, destender y doblar la ropa. Podría no hacerlo, pero entonces en casa nos quedaríamos sin ropa limpia que ponernos y tendría que estar comprando ropa continuamente.
Podría hacerse cargo mi pareja, pero entonces yo tendría que asumir su tarea principal en casa: cocinar y… se me da bastante regular, por no decir mal. Vaya, que pasaríamos hambre. Así que soy consciente de que ante las consecuencias que se suceden de cada opción, elijo hacerme cargo yo de la ropa de casa.
Pues así con todo en la vida. Este es un ejemplo banal que se puede extrapolar a cualquier otra situación de mayor trascendencia.
Los “tengo que” surgen de la voz de la niña interior, mientras que los “elijo que” nacen de la adulta.
El amor propio es el billete de ida, y sin vuelta, para sentirte libre, plena y segura de ti misma. Estos son los cuatro pilares sobre los que se fundamenta. El mejor legado que puedes dejarle a tus criaturas es aprender a amarse y ponerse en mi primer lugar en sus vidas. No se trata de lo que les dices, sino de lo que haces, pues el mayor aprendizaje es por imitación.
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