Los límites son un acto de amor
Frecuentemente veo en las sesiones con madres cómo les cuesta mantener los límites en el día a día tras la separación o divorcio. Detrás de esa dificultad veo mucha culpa, “porque encima de lo que lleva pasado, no me voy a poner muy estricta”.
Reconozco esta sensación de culpa mezclada con miedo porque yo también lo sentí. Después de separarme me daba pena que mis peques además de transitar dolor, tristeza e inseguridad, entre otras muchas emociones incómodas, tuvieran que, además, transitar las emociones derivadas de ponerle límites, me generaba mucha culpa.
Pero, ¿sabes qué? Que los límites son muy importantes por varias razones y de eso te vengo a hablar hoy.
A veces es la culpa la que dificulta poner límites, otras veces es el miedo a que te quieran menos o que te dejen de querer y otras muchas es el temor a su reacción.
Los límites salvaguardan la integridad física, psíquica y/o emocional de tus peques, dan estructura y, además, los necesitan para sentirse queridos, apoyados e importantes. Lo sano y esperable es que protesten ante un límite, como ponerse el cinturón en el coche por ejemplo, pero su protesta no debe disuadirte de cuidarle, pues los límites cuidan y protegen, son el primer acto de amor y son necesarios para su desarrollo.
Lo que sucede es que si tú estás en un momento vulnerable como puede ser en el proceso de separación, es fácil que te cueste más trabajo sostener esa queja, rabia o desacuerdo que manifieste. Si aceptas que no le va a gustar, te será más fácil poner los límites y sostenerles en los momentos de queja. Que se enfade o proteste no quiere decir que te quiere menos, en absoluto. Las personas adultas tenemos la fantasía de que aceptarán los límites sin rechistar, pero eso no es sano precisamente. Acompañarles a transitar sus emociones es un aprendizaje que adquieren desde la experiencia del día a día y que les ayuda a crecer sanos emocionalmente.
¿Qué son los límites? ¿Cómo transmitirlos?
Los límites establecen el marco en el que se pueden mover, les da estructura, de ahí que les proporcione seguridad, protección y entonces confianza. La falta de límites, lejos de ayudarles les puede perjudicar, pues a la sensación de inseguridad que provoca en ocasiones el cambio de estructura familiar, se le suma la falta de ese marco vital. E incluso les puede hacer sentir que no son importantes.
Para que la información del límite les pueda llegar, es clave que revises cómo se los transmites, ¿lo haces sabiendo el bien que les haces o desde la culpa y el miedo a dañarles? ¿te sientes segura o insegura? Los niños y niñas reciben más la información de lo que perciben de sus figuras de referencia que lo que se les dice, por ello es importante que haya coherencia entre lo que estás sintiendo y lo que les estás diciendo. Esto lo puedes trasladar a cualquier otro asunto más allá de los límites.
Por eso te animo a que antes de marcar los límites, te pares a reflexionar acerca de los mismos y te cuestiones su sentido. Si hay algún cambio siéntate a contarles los que va a haber en adelante. Los podéis escribir o dibujar y colgar en algún lugar visible de vuestra casa y cuando se los recuerdes, hazlo con firmeza. Eso no quiere decir que te tengas que enfadarte al poner, gritarles o pegarles, en absoluto, sino que el límite tenga consistencia, que tenga raíz dentro de ti para que pueda recibirlo con esa seguridad que les hace saber que es innegociable, precisamente porque les estás cuidando.
A la hora de poner el límite recuerda, párate tú a pensar y reflexionar sobre el mismo para ponerlo con firmeza y disponible para sostener su ira. Y si ves que tienen dificultad frecuente por respetarlos, párate, pregúntales cómo se encuentran, cómo llevan los cambios y qué piensan. Cualquier comportamiento fuera de lo normal en tus peques suele indicar que algo en su interior no está bien. Muchas veces ante la negativa reiterada a los límites suele haber alguna necesidad no cubierta. Saltárselos es su manera de hacerte saber que hay algo dentro de sí que no está bien.
La dificultad de poner límites
La primera dificultad que entrañan los límites no es el temor a la reacción al ponerlos, sino la forma en la que afrontas tú los límites en tu día a día. Me refiero a los que les pones a tus iguales y los que quieres que te respeten.
¿Cuántas veces has dicho que sí cuando querías decir no? Cuando dices que sí queriendo decir no, estás pasando por encima de ti y te estás diciendo no a ti misma. Si, además, eres una persona empática, te puede resultar más difícil decir no. Tomar conciencia de ello y reflexionar acerca de cómo afrontas los límites como adulta, puede ayudarte a ser coherente contigo y a que te resulte menos difícil ponerles límites a tus peques, así como acompañarles con tranquilidad a su reacción.
Otra de las dificultades a la hora de poner límites es el miedo o rechazo al autoritarismo. Déjame que miremos un poco atrás en la historia española para entender mejor esto. En nuestra historia reciente hay una dictadura que, además, ha sido muy larga y en la que ha habido muchísima represión. Como consecuencia de esto, muchas veces de forma inconsciente, hay quienes no se han cuestionado el autoritarismo en el que crecieron y lo han mantenido creyendo que era la mejor opción. Y por el contrario, hay quienes deseosos de libertad se han posicionado en el extremo opuesto, no queriendo imponer ningún límite pensando que esa era la mejor opción.
Sin embargo, yo creo que libertad y límites no está reñido, sino todo lo contrario, el problema viene cuando nos posicionamos en un extremo de forma inamovible. Se trata, más bien, de que teniendo en cuenta su edad, madurez y circunstancias, pongas los límites que les cuiden, aquellos que les ofrezcan seguridad al tiempo que autonomía y sensación de ser capaces. También los límites que les ofrecen orden y estructura, que les hacen sentirse importantes y queridos.
La mayoría de la población adulta venimos de una infancia en la que ha primado el autoritarismo. Hemos recibido una educación adultocentrista en la que los niños no eran tenidos en cuenta como lo que son, seres amorosos y sabios. Por lo que las normas se imponían gustaran o no y todo era “porque lo digo yo”.
Por eso al querer llevar a cabo una crianza consciente o respetuosa es fácil caer en el extremo de no poner límites al querer respetar su ser. Sin embargo, así, lejos de ayudarles se les puede perjudicar.
Los límites en casa de papá y los límites en casa de mamá
Ya que los límites se ponen por los motivos que te he comentado, lo ideal es que en la convivencia como pareja esos límites se hayan puesto de forma conjunta, previa reflexión y las conversaciones pertinentes, y que entonces tras la separación estos se mantengan, pero no siempre es posible ni lo primero ni lo segundo. Lo sé, estoy hablando de un ideal que no sucede aún en la mayoría de las familias.
Mi propuesta es que te tomes la situación de la separación como una oportunidad para parar y revisar los límites que teníais hasta ahora y si los consideras saludables, entonces mantenlos, eso les proporciona la sensación de seguridad al mantenerse el marco que estos ofrecen. Si pueden existir los mismos límites en una casa que en otra sería genial, pero si no lo es, no te agobies, tu poder de acción es limitado.
Te animo a que si son diferentes en una casa y en otra, o si hay cambios respecto a los que existían antes y los que existen ahora, te sientes a hablarlo con tus peques. Puede ser un gran momento para hablar de límites y normas.
Las normas son más flexibles y varían de una familia a otra porque se ponen para favorecer la convivencia en el espacio común. Por ejemplo, hay familias que tienen permitido saltar en el sofá mientras que para otras no lo está, o familias en cuyas casas se entra sin zapatos mientras que en otras se anda con estos puestos.
Según crezcan tus peques y cambien vuestras circunstancias, las normas variarán, también los límites aunque con menos frecuencia. Te propongo que para establecer las normas les escuches y tengas en cuenta. En la medida en la que participen en la toma de decisiones de las mismas, se responsabilizarán en su cumplimiento con más facilidad, desde la conexión es más fácil que cumplan con los límites y normas. Llegar a acuerdos siempre ayuda y favorece el sentimiento de pertenencia, aunque hay que tener en cuenta siempre la edad de tus peques. Llegar a acuerdos en la etapa 0-3 es imposible, mientras que en la etapa 6-12 es fácil y muy enriquecedor para toda la familia.
Te confieso que a mí me encantan los momentos de reuniones familiares, especialmente porque cuando quieren cambiar una norma sus propuestas son geniales, casi siempre son mejores que las que yo tenía previstas. Creo que las madres y padres tenemos la oportunidad de aprender mucho de nuestros pequeños, solo necesitan que les demos la oportunidad de expresarse.
Como te decía, lo ideal es que los límites sean los mismos y las normas similares en las dos casas en las que viven, pero también es verdad que saben distinguir qué límites y normas hay en cada casa y pueden adaptarse. Te animo a que si sabes que son diferentes en cada hogar, que lo tengas en cuenta y te pongas en sus zapatos a la hora de transmitírselas, y puedas entender la frustración u otras emociones que les genere la situación hasta adaptarse a las diferencias entre cada casa.
Ahora bien, si además de variar de una casa a otra, en la tuya varían los límites y normas según el día y según como te encuentres, eso ya es el lío de los líos para tus peques y te lo harán saber a través de su comportamiento.
El límite no puede ser arbitrario, sino que tiene que estar pensado y reflexionado y transmitirlo con firmeza, desde la tranquilidad de que es por su bien. Será precisamente desde esa tranquilidad desde donde podrás sostener su reacción ante el desacuerdo con el mismo.
¿Cómo te llevas tú con los límites? ¿Te sientes cómoda? ¿Te es más fácil ponerse a tus peques o a tus iguales?
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