No me gustó mucho que su padre le hiciera esa pregunta a Unai, nuestro peque mayor. Para entonces él tenía casi 3 años, y aunque ese tipo de preguntas no me gustan, me quedé a escuchar la respuesta porque me generó curiosidad, y dio la mejor posible para mí: Mamás es feliz.
Wow, aquello me emocionó muchísimo porque entonces estaba consiguiendo transmitirle lo que deseaba, lo que sentía más allá de la culpa que para entonces me invadía. Y es que en aquel momento andaba siempre con la autoexigencia por las nubes y el sentimiento de culpa casi permanente, porque me castigaba mucho por mis errores como madre.
Y de eso te quiero hablar. Ser madre y padre no es fácil, mucho menos ser madre primeriza. ¿Por qué? Porque tenemos muchas creencias erróneas acerca de la maternidad. Hasta hace poco la única imagen que existía en nuestra retina era la de madre abnegada y sacrificada, que es la que hemos tenido la mayoría, y la de las portadas de revistas, imagen falsa donde las haya.
La maternidad sin embargo es mucho más y para ser una buena madre no tienes que renunciar a tu vida, sino todo lo contrario. Seguro que como madre quieres que tus hijos e hijas sean felices, y ¿sabes qué?, que el primer paso es que tú seas feliz, que tú te sientas a gusto contigo y tu vida.
No se trata de ser la madre perfecta que sigue a rajatabla toda la teoría del modelo x de crianza, la madre super woman que todo lo puede (algo inexistente) o la mujer que por el hecho de ser madre, siempre está feliz. No. Eres madre y antes eres mujer, eres humana, y como tal tienes tus momentos, y en algunos te sientes una super madre y muy feliz por ello y en otros la peor madre del mundo. Pero no lo eres, no eres la peor madre. Trátate bien, con cariño y cuidado hacia ti, háblate bien. Sé compasiva y comprensiva contigo misma.
Si has llegado a leer hasta aquí es evidente tienes interés por ser mejor madre, mejor persona, y eso lo captan tus peques, seguro. Ahora te corresponde, después de tener la intención, de tratarte bien a ti misma.
La suerte que tenemos con nuestros hijos e hijas es que nos aman de verdad, ese amor incondicional en el que aunque nos enfademos y les faltemos el respeto al gritarles, ellos y ellas nos siguen queriendo. No conocen el rencor. No quiero decir que les faltemos el respeto por este motivo, en absoluto, sino que aprendamos de ellos y ellas y no nos quedemos en la culpa que nos genera esto, sino en la responsabilidad. Porque en la culpa solo tiene cabida el lamento y la victimización, mientras que desde la responsabilidad puedo cambiar lo que deseo.
Así que te animo a que sueltes todas tus expectativas como madre, que sueltes tus exigencias acerca de la madre idealizada que has creado en tu mente, para aceptarte tal y como eres. Para que mientras crías a tus peques, crezcas como persona para así poder ser mejor mujer y entonces mejor madre, sabiendo que lo haces lo mejor que puedes y sabes cada día.
Lo que hoy te quiero contar es que aquella respuesta que le dio mi hijo mayor a su padre, lo viví como un regalo al camino que llevaba recorrido como madre. Y es que mi primera maternidad me supuso un revuelo emocional inmenso, pasé por muchas emociones encontradas y con algunas de ellas bastante desagradables. Me llegué a sentir muy mala madre por sentir aquellas emociones y tener determinados pensamientos.
Recuerdo mi primer postparto como un camino lleno de sombras. Con sus luces, por supuesto, pero sobre todo sus sombras. Tengo la imagen de estar con mi bebé en brazos sintiendo que estaba en casa, en un lugar nuevo y estupendo, y tengo el recuerdo de estar conmigo misma donde todo era oscuridad. El recuerdo de mi primer puerperio es como una foto en blanco y negro. Sin embargo, el segundo lo pude vivir de otra manera, porque lo viví dándome permiso para sentir lo que sientiera, sin juzgarme y sin importame los juicios ajenos ni lo que se suponía que tenía que hacer. Me limité a ser la madre que yo era, sin más pretensiones que aprender y crecer para ser mejor persona, que no la mejor madre, y aquello me liberó muchísimo.
A partir de mi segunda maternidad me sentía fuerte y poderosa y eso se reflejó en la segunda crianza, y cuando Unai contestó a la pregunta “mamá es feliz”, yo me encontraba ya siendo mamá de 2 y desde entonces lo que trato es vivir mi vida, pues además de madre soy mujer. Y si yo soy feliz, le doy alas a mis hijos para que ellos también lo sean.
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