Si hay algo que solemos detestar las personas son los cambios. Tanto que llevamos a raja tabla aquello de “más vale lo malo conocido que bueno por conocer”. Por eso tendemos a alargar las relaciones de pareja hasta desgastarla y entonces nos separamos cuando la relación ya está en la U.C.I.
Realmente, ¿más vale malo conocido que bueno por conocer?. No, lo que sucede es que supone atreverse a dar el paso de hacer un cambio en la vida y eso asusta. Especialmente cuando se trata de poner fin a la relación de pareja cuando hay hijos de por medio, pues entonces los juicios y creencias limitantes en torno a la separación son mayores.
Si ahora te digo que cada cambio que se te presenta en la vida es una oportunidad, puede que me dejes de leer porque ya estás hasta el gorro de escuchar frases hechas. Pero, ¿sabes qué? Que si te hablo desde mi experiencia personal, puedo decirte, yo que he vivido mucho cambios, muchísimos, que todos me han traído regalos y han sido para mejor, sin duda.
Eso sí, no han estado exentos de momentos dolorosos. Ah, claro, ya, es que lo que quieres es no sentir dolor ni nada que te incomode. Ya, pero eso no es posible. Lo que sucede es que no nos han enseñado a gestionar el dolor ni las emociones desagradables, y sentir todo esto no es agradable, duele y a veces mucho, pero es que el dolor forma parte de la vida. Y si por no sentirlo te vas a perder una vida mejor, entonces vivirás una vida a medias, o peor, corres el riesgo de sobrevivir en lugar de vivir.
Por el miedo a sentir dolor, por el miedo al cambio, es por lo que no terminamos las relaciones cuando estamos a tiempo de hacerlo cuidándonos, igual que cuando las iniciamos.
Cuidamos mucho los inicios, damos nuestra mejor versión y recibimos lo mejor de la otra persona, pero nos olvidamos de cuidar el proceso y sobre todo el final. De hecho, evitamos el final de las relaciones a toda costa porque hemos crecido creyendo que una separación de pareja es un FRACASO. Ese suele ser uno de los motivos principales por los que no nos separamos cuando en nuestro fuero interno así lo sentimos.
Y es que, ¿quién va a querer separarse si eso supone que has fracasado? Pues si tienes esa idea es normal que lo evites o hayas intentado evitarlo porque nadie quiere fracasar, y menos, en una relación de pareja con hijos e hijas en común.
La separación es un fracaso, es mucho mejor estar en pareja que solter@, cuanta más larga es la relación más valor tiene… Hemos crecido con multitud de creencias limitantes acerca de las separaciones, del fin de las relaciones, pero no son ni verdad ni la verdad.
En la vida, en la Naturaleza, todo es cíclico y el final de un ciclo es solo eso, el final de una etapa. Pero después de una etapa viene otra y después otra. Piensa en la vida como algo circular, no lineal. Después del día viene la noche, y después el día y otra vez la noche, pero cada día y cada noche lo es de una forma diferente. Pues tu vida es igual y así son las relaciones. Etapas.
No has fracasado ni fracasas porque vuestra relación se termine.
Siempre digo que lo malo no es una separación en sí, sino todas las creencias limitantes y juicios que hay en torno a esta.
Después de leer este párrafo cierra los ojos, toma lentamente todo el aire por la nariz que puedas y despacio expulsa todo ese aire para decirte: “separarse es lo más normal del mundo”, eliminando todas las creencias limitantes y juicios.
¿No sientes el peso de la decisión más ligero? ¿Cómo que ya no pesa tanto?
Las personas cambiamos y evolucionamos a distinto ritmo y por eso las relaciones de amistad cambian, ¿cómo no va a cambiar también la de pareja?
Una separación o divorcio lo podríamos hacer con sensación de plenitud, pero queremos evitar a toda costa la separación y alargamos la relación hasta desgastarla y llevarla a la agonía. En ese momento resulta casi imposible separarse en paz, porque entonces cada persona habla desde sus heridas, y esas heridas suelen tener mucho que ver con las de la infancia. Por lo que nos separamos entonces desde el niño y la niña interior de cada cual, por lo que termina siendo una pelea de dos niñ@s.
Si tomas o tomáis conciencia de que estáis alargando la relación demasiado, estáis a tiempo de cuidaros y cuidar el final de la etapa de vuestra relación como pareja. Así evitáis un final lleno de enfado, rabia y de señalar culpando a la otra persona.
Para separarse desde las dos personas adultas que sois, es fundamental dejar las heridas a un lado y comunicaros desde la responsabilidad.
La separación con hijos/as en común es más difícil, pero recuerda que gracias al amor que sentisteis en un momento, ellos/as existen. Que esta idea te dé fuerza para aceptarle y respetarle, porque podéis dejar de ser pareja, pero seguiréis siendo su madre y su padre, y eso sí es para siempre.
Nos separamos. Esa afirmación no es el final, es una nueva oportunidad que te da la vida para ser feliz, para vivir una vida más plena, una vida mejor.
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Ana dice
Y que hacer cuando tú ex es otra mujer que nunca se ha ocupado del niño durante seis años y ahora no para de pedir. Te metes en un juicio por la custodia del pequeño y aun así sigues intentando ser amable y educada aunque se te rompe el alma cuando tu hijo se va…
Rocío López de la Chica dice
Hola Ana, entiendo lo que me cuentas, puede llegar a ser muy frustrante. Primero transita tu dolor y todo el revuelo emocional que a ti se te despierta. No podemos desarrollar una mirada compasiva hacia la otra persona si antes no la tenemos hacia nosotras mismas. Vivir desde el amor y tomar las decisiones basadas en el respeto no supone negarnos a nosotras mismas ni negar lo que sentimos, transitar cada emoción es necesario para poder liberarla y entonces sí, poder actuar amable y educadamente sin que eso suponga tragar según qué cosas y mucho menos pasar por encima de ti.
Que no se haya hecho cargo del pequeño hasta ahora no quiere decir que él no la necesite. Él os necesita a ambas y poner tu foco en las necesidades de él puede ayudarte en este sentido.
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Un fuerte abrazo.