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LA NIÑA INTERIOR HERIDA

Escrito por Rocío y Miguel Ángel 2 comentarios

La niña interior existe dentro de ti y en la medida en la que puedas reconocerla y atenderla, sentirás más paz y más cerca estarás de ser la madre que deseas ser. 

Te reconozco que es un concepto que a mí en su día me costó mucho entender. Con el paso del tiempo me planteo que el motivo de que me fuera tan difícil tiene que ver con que vivía mi vida desde mi niña interior y no desde la mujer que creía ser.

En el parto de mi primer hijo sentí que yo nacía mujer. Desde entonces pude comenzar a vivir de otra forma, desde la adulta que era. Claro que aquello no era hacer un click como si de un interruptor se tratara, requería de conciencia, observación y práctica. 

¿Qué es la niña interior?

La niña interior herida es el conjunto de emociones y experiencias que no fueron validadas y acompañadas en la infancia y adolescencia, por lo que aún no se han resuelto. Por eso, porque están sin resolver, saltan de forma automática ante determinadas situaciones y personas.

De las experiencias lo que quedan muchas veces no son ni los recuerdos, que puede que también, sino las emociones que se pusieron de manifiesto y que por algún motivo quedaron atrapadas en el interior. 

Puedes vivir toda tu vida sin darte cuenta de que existe una herida primaria que hace que vivas la vida desde tu niña interior, aunque la maternidad suele ser ese despertador que hace que inevitablemente esa herida escueza. ¿Por qué? Porque los niños y niñas son pura emoción y a través de sus emociones la tuyas, que estaban dormidas o escondidas, de alguna forma enquistadas porque no fueron atendidas, se activan y de forma inconsciente haces un viaje a tu infancia. 

Ahora tu niña, esa que necesitó y no obtuvo, demanda lo que necesitó en su día. Y en la medida en la que no la atiendes sigue poniéndose de manifiesto a través de esas conductas tuyas que no te gustan de ti y que, sin embargo, te resulta muy difícil evitar. 

¿Qué es la herida primaria?

Es la herida que viene de nuestra propia infancia. Es la distancia que hay entre aquellas necesidades auténticas que tuvimos: amor, ternura, presencia, contacto, vínculo, intimidad, confianza… y lo que verdaderamente obtuvimos. 

Esa distancia que hay entre lo que necesitamos en la infancia y/o adolescencia frente a lo que realmente recibimos, es la herida primera. Y a mayor distancia entre lo que necesitamos desde la raíz de ser humano y lo que recibimos, mayor es entonces la herida primaria.

En los casos de violencia activa como son los de abusos, maltrato… es más fácil ver y entender que exista la herida primaria. En los casos de violencia invisible, esta es más sutil y la tenemos tan normalizada que hasta nos puede costar reconocer, sin embargo, la herida primaria también se crea. 

Me refiero a cuando en la infancia hay padres y/o madres ausentes porque andaban con muchas ocupaciones (el trabajo fuera de casa, el trabajo del hogar, cuidar a todos los hijos e hijas…), por lo que no tenían tiempo de atender esas necesidades primarias de sus peques y se quedaron entonces sin atender como esos hijos e hijas necesitaban. Puede darse también esa herida cuando hay sensación de desamparo, falta de conversación, de vínculo, con madres/padres muy controladores, madre depresiva, alta exigencia… A través de estas conductas se va dañando la autoestima. 

Es ahí, en la herida primaria, en esa distancia entre lo que necesitaste y lo que realmente obtuviste, donde se cuece el origen de todos los problemas emocionales: los miedos, inseguridades, adicciones, dependencia emocional, reacciones emociones automáticas y descontroladas, actitud victimita… 

¿Actúas desde tu niña interior o desde la mujer que eres?

Cuando actúas desde la niña interior no hay elección propia, no estás actuando desde la conciencia, sino desde el piloto automático, es decir, reaccionando. Es decir, cuando gritas, castigas, te enfadas, juzgas… esas reacciones de las que después te arrepientes.  Todas estas son acciones basadas en la carencia, en el vacío interior. 

También cuando señalas al otro y pones la mirada en él como culpable, entonces estás actuando desde la niña. Esto se da porque en nuestra infancia cuando papá y/o mamá se enfadaban te señalaban a ti con el dedo, te hacían responsables de su malestar. Por eso creciste sintiendo que tus adultos de referencia se sentían a gusto o disgusto en función de lo que tú hacías o dejabas de hacer. Y ahora eres tú la que pones el foco fuera, como si tu bienestar dependiera de lo que hacen o dejan de hacer tus peques, tu pareja, tu familia de origen… cuando realmente tu bienestar solo depende de ti. 

Sí, puede que todo esto te suene muy lejano, es normal, crecimos con la idea de que como niñas y niños teníamos la capacidad de enfadar, molestar o agradar a nuestras figuras de referencia, sin embargo, si yo me enfado, me enfado yo, no me enfada mi hijo, si me entristezco me siento triste yo, no me hace sentir triste mi pareja. El pensamiento opuesto, creer que los demás tienen la capacidad de enfadarte viene de tu niña interior.

Sana a tu niña interior herida

Al sanar tu niña interior puedes mejorar en todos los ámbitos de tu vida, como mujer, como pareja, como madre, como profesional… Ganas en seguridad y confianza en ti misma, en sensación de plenitud y paz interior. 

Al no sanar la niña interior se corre el riesgo de vivir una vida basada en la carencia, en la sensación de insatisfacción, de no sentirte a gusto contigo misma, con muchas inseguridades y sensación de vacío, con el sentimiento de no ser capaz ni suficiente, con tendencia a la exigencia, perfeccionismo y control. En definitiva, una vida más basada en el hacer y el tener que en el Ser.

En la medida en la que sanas a tu niña interior puedes acompañar a tus peques desde quienes son, y no desde quienes se supone que tienen que ser. Puedes verles en su esencia y respetarles. De lo contrario, la capacidad de amar y dar a tus peques queda lastimada, porque desde la niña interior es fácil caer en los juicios, las reprimendas, castigos, la necesidad de obediencia desde el control… Por lo que como seguramente te pasó a ti, dejarán de ser ellos y ellas mismas para adaptarse a lo que se espera de ellos para evitar que te enfades, para que estés contenta y así cumplir las expectativas que en su entorno se espera de esa personita.  

Teniendo en cuenta que cuanto peor tratamos a nuestros hijos e hijas, peor persona piensa que es, es absolutamente fundamental para su autoestima que le trates con todo tu amor. Y para eso sanar a tu niña interior es un gran paso. 

¿Qué papel juega tu niña interior en la separación?

En un proceso de separación o divorcio se abren muchas heridas. La mayoría de ellas nada o poco tienen que ver con la relación de pareja y sí mucho con la herida primaria. La separación hace una conexión directa con la carencia, con el vacío, y remueve todas las inseguridades cuando estas no han sido atendidas. 

Y es que, muchas veces influenciadas por los modelos de pareja que hemos tenido en nuestro entorno, nos emparejamos desde las heridas, desde la dependencia y los vacíos, buscando que la otra parte llene el hueco que siento dentro de mí. 

Si durante la relación de pareja nos has mirado y revisado esto, es fácil que tengas la sensación de pérdida enorme. Por ello es importante que le pongas conciencia, pues de lo contrario puedes actuar desde tu niña interior, y si la otra parte también actúa desde sus heridas, seréis dos peques peleando. 

Y si vosotros estáis ahí, en vuestros egos dolidos y heridos… quién se ocupa de sostener a tus peques. Corren el riesgo de quedarse huérfanos emocionalmente en una situación en la que lo que más necesitan es sostén emocional y sensación de seguridad y protección. 

Por ello siempre digo que una separación consciente es posible, aunque solo una de las partes esté disponible para ello, pues una ya es el 50% y eso, emocionalmente hablando, es mucho más que la mitad.

¿Por dónde empiezo?

Empieza por observarte en todo tu ser. Obsérvate en tus pensamientos, en cómo ta hablas, en lo que te dices, cómo te relacionas con otras personas, cómo cambias según con quien estés. Sé tu propia observadora, pero no desde el juicio, sino desde el amor más sincero y con la curiosidad de una niña.

Así podrás ir discerniendo cuándo actúas desde tu niña y cuándo desde la mujer que eres. Ya te he contado cómo identificarlo, puedes incluso llevar un registro donde vayas anotando cuándo has actuado de una manera y cuándo de otra. Eso puede ayudarte a identificar lo que necesitas.

Sanar a la niña interior no requiere que vayas a tu madre o padre a pedirle explicaciones, recuerda que lo hicieron lo mejor que supieron y pudieron. Ahora bien, eso no significa que te tenga que valer lo que hicieron. A veces por comprenderles puedes dejar de atender a esa niña. Desde la adulta puedes entenderles pero la niña necesita que la atiendas.

Para ello obsérvate y toma conciencia de las necesidades que tuviste y no se cubrieron. Nombra los hechos, escribirlos puede ayudarte mucho. Tanto los hechos como las emociones. Y en todo el proceso aceptar la realidad que viviste sin minimizarla porque desde la adulta puedas comprenderles. De la misma manera que ante cualquier situación validas a tus peques lo que sienten, valídate esas emociones y necesidades de tu infancia y/o adolescencia que se quedaron sin atender.

Se trata de que ahora puedas automaternarte. Que de piel para adentro puedas darte lo que necesitaste y no obtuviste. Que puedas atender lo que esa niña interior viene a pedirte.

Date permiso para sentir lo que venga, ya sea enfado, odio, ira, tristeza, pena… dale espacio para que no salga después de forma descontrolada y desproporcionada con quienes nada tienen que ver con aquellas necesidades primarias insatisfechas , con esa niña herida.

Poniéndole conciencia y con práctica, práctica y más práctica puedes hacerte cargo de tu niña interior y así vivir cada vez más tiempo desde la adulta que eres. Tus peques te lo agradecerán mucho.

Publicado en: Separaciones Conscientes Etiquetado como: crianza consciente, crianza respetuosa, herida primaria, niña interior, separación consciente

LOS LÍMITES TRAS LA SEPARACIÓN

Escrito por Rocío y Miguel Ángel Deja un comentario

Los límites son un acto de amor

límites y normas

Frecuentemente veo en las sesiones con madres cómo les cuesta mantener los límites en el día a día tras la separación o divorcio. Detrás de esa dificultad veo mucha culpa, “porque encima de lo que lleva pasado, no me voy a poner muy estricta”.

Reconozco esta sensación de culpa mezclada con miedo porque yo también lo sentí. Después de separarme me daba pena que mis peques además de transitar dolor, tristeza e inseguridad, entre otras muchas emociones incómodas, tuvieran que, además, transitar las emociones derivadas de ponerle límites, me generaba mucha culpa.

Pero, ¿sabes qué? Que los límites son muy importantes por varias razones y de eso te vengo a hablar hoy.

A veces es la culpa la que dificulta poner límites, otras veces es el miedo a que te quieran menos o que te dejen de querer y otras muchas es el temor a su reacción. 

Los límites salvaguardan la integridad física, psíquica y/o emocional de tus peques, dan estructura y, además, los necesitan para sentirse queridos, apoyados e importantes. Lo sano y esperable es que protesten ante un límite, como ponerse el cinturón en el coche por ejemplo, pero su protesta no debe disuadirte de cuidarle, pues los límites cuidan y protegen, son el primer acto de amor y son necesarios para su desarrollo.

Lo que sucede es que si tú estás en un momento vulnerable como puede ser en el proceso de separación, es fácil que te cueste más trabajo sostener esa queja, rabia o desacuerdo que manifieste. Si aceptas que no le va a gustar, te será más fácil poner los límites y sostenerles en los momentos de queja. Que se enfade o proteste no quiere decir que te quiere menos, en absoluto. Las personas adultas tenemos la fantasía de que aceptarán los límites sin rechistar, pero eso no es sano precisamente. Acompañarles a transitar sus emociones es un aprendizaje que adquieren desde la experiencia del día a día y que les ayuda a crecer sanos emocionalmente.

¿Qué son los límites? ¿Cómo transmitirlos?

Los límites establecen el marco en el que se pueden mover, les da estructura, de ahí que les proporcione seguridad, protección y entonces confianza. La falta de límites, lejos de ayudarles les puede perjudicar, pues a la sensación de inseguridad que provoca en ocasiones el cambio de estructura familiar, se le suma la falta de ese marco vital. E incluso les puede hacer sentir que no son importantes.

Para que la información del límite les pueda llegar, es clave que revises cómo se los transmites, ¿lo haces sabiendo el bien que les haces o desde la culpa y el miedo a dañarles? ¿te sientes segura o insegura? Los niños y niñas reciben más la información de lo que perciben de sus figuras de referencia que lo que se les dice, por ello es importante que haya coherencia entre lo que estás sintiendo y lo que les estás diciendo. Esto lo puedes trasladar a cualquier otro asunto más allá de los límites.

Por eso te animo a que antes de marcar los límites, te pares a reflexionar acerca de los mismos y te cuestiones su sentido. Si hay algún cambio siéntate a contarles los que va a haber en adelante. Los podéis escribir o dibujar y colgar en algún lugar visible de vuestra casa y cuando se los recuerdes, hazlo con firmeza. Eso no quiere decir que te tengas que enfadarte al poner, gritarles o pegarles, en absoluto, sino que el límite tenga consistencia, que tenga raíz dentro de ti para que pueda recibirlo con esa seguridad que les hace saber que es innegociable, precisamente porque les estás cuidando.

A la hora de poner el límite recuerda, párate tú a pensar y reflexionar sobre el mismo para ponerlo con firmeza y disponible para sostener su ira. Y si ves que tienen dificultad frecuente por respetarlos, párate, pregúntales cómo se encuentran, cómo llevan los cambios y qué piensan. Cualquier comportamiento fuera de lo normal en tus peques suele indicar que algo en su interior no está bien. Muchas veces ante la negativa reiterada a los límites suele haber alguna necesidad no cubierta. Saltárselos es su manera de hacerte saber que hay algo dentro de sí que no está bien.

La dificultad de poner límites

La primera dificultad que entrañan los límites no es el temor a la reacción al ponerlos, sino la forma en la que afrontas tú los límites en tu día a día. Me refiero a los que les pones a tus iguales y los que quieres que te respeten. 

¿Cuántas veces has dicho que sí cuando querías decir no? Cuando dices que sí queriendo decir no, estás pasando por encima de ti y te estás diciendo no a ti misma. Si, además, eres una persona empática, te puede resultar más difícil decir no. Tomar conciencia de ello y reflexionar acerca de cómo afrontas los límites como adulta, puede ayudarte a ser coherente contigo y a que te resulte menos difícil ponerles límites a tus peques, así como acompañarles con tranquilidad a su reacción.   

Otra de las dificultades a la hora de poner límites es el miedo o rechazo al autoritarismo. Déjame que miremos un poco atrás en la historia española para entender mejor esto. En nuestra historia reciente hay una dictadura que, además, ha sido muy larga y en la que ha habido muchísima represión. Como consecuencia de esto, muchas veces de forma inconsciente, hay quienes no se han cuestionado el autoritarismo en el que crecieron y lo han mantenido creyendo que era la mejor opción. Y por el contrario, hay quienes deseosos de libertad se han posicionado en el extremo opuesto, no queriendo imponer ningún límite pensando que esa era la mejor opción. 

Sin embargo, yo creo que libertad y límites no está reñido, sino todo lo contrario, el problema viene cuando nos posicionamos en un extremo de forma inamovible. Se trata, más bien, de que teniendo en cuenta su edad, madurez y circunstancias, pongas los límites que les cuiden, aquellos que les ofrezcan seguridad al tiempo que autonomía y sensación de ser capaces. También los límites que les ofrecen orden y estructura, que les hacen sentirse importantes y queridos. 

La mayoría de la población adulta venimos de una infancia en la que ha primado el autoritarismo. Hemos recibido una educación adultocentrista en la que los niños no eran tenidos en cuenta como lo que son, seres amorosos y sabios. Por lo que las normas se imponían gustaran o no y todo era “porque lo digo yo”. 

Por eso al querer llevar a cabo una crianza consciente o respetuosa es fácil caer en el extremo de no poner límites al querer respetar su ser. Sin embargo, así, lejos de ayudarles se les puede perjudicar. 

Los límites en casa de papá y los límites en casa de mamá

Ya que los límites se ponen por los motivos que te he comentado, lo ideal es que en la convivencia como pareja esos límites se hayan puesto de forma conjunta, previa reflexión y las conversaciones pertinentes, y que entonces tras la separación estos se mantengan, pero no siempre es posible ni lo primero ni lo segundo. Lo sé, estoy hablando de un ideal que no sucede aún en la mayoría de las familias.

Mi propuesta es que te tomes la situación de la separación como una oportunidad para parar y revisar los límites que teníais hasta ahora y si los consideras saludables, entonces mantenlos, eso les proporciona la sensación de seguridad al mantenerse el marco que estos ofrecen. Si pueden existir los mismos límites en una casa que en otra sería genial, pero si no lo es, no te agobies, tu poder de acción es limitado. 

Te animo a que si son diferentes en una casa y en otra, o si hay cambios respecto a los que existían antes y los que existen ahora, te sientes a hablarlo con tus peques. Puede ser un gran momento para hablar de límites y normas.

Las normas son más flexibles y varían de una familia a otra porque se ponen para favorecer la convivencia en el espacio común. Por ejemplo, hay familias que tienen permitido saltar en el sofá mientras que para otras no lo está, o familias en cuyas casas se entra sin zapatos mientras que en otras se anda con estos puestos.

 Según crezcan tus peques y cambien vuestras circunstancias, las normas variarán, también los límites aunque con menos frecuencia. Te propongo que para establecer las normas les escuches y tengas en cuenta. En la medida en la que participen en la toma de decisiones de las mismas, se responsabilizarán en su cumplimiento con más facilidad, desde la conexión es más fácil que cumplan con los límites y normas. Llegar a acuerdos siempre ayuda y favorece el sentimiento de pertenencia, aunque hay que tener en cuenta siempre la edad de tus peques. Llegar a acuerdos en la etapa 0-3 es imposible, mientras que en la etapa 6-12 es fácil y muy enriquecedor para toda la familia. 

Te confieso que a mí me encantan los momentos de reuniones familiares, especialmente porque cuando quieren cambiar una norma sus propuestas son geniales, casi siempre son mejores que las que yo tenía previstas. Creo que las madres y padres tenemos la oportunidad de aprender mucho de nuestros pequeños, solo necesitan que les demos la oportunidad de expresarse.

Como te decía, lo ideal es que los límites sean los mismos y las normas similares en las dos casas en las que viven, pero también es verdad que saben distinguir qué límites y normas hay en cada casa y pueden adaptarse. Te animo a que si sabes que son diferentes en cada hogar, que lo tengas en cuenta y te pongas en sus zapatos a la hora de transmitírselas, y puedas entender la frustración u otras emociones que les genere la situación hasta adaptarse a las diferencias entre cada casa. 

Ahora bien, si además de variar de una casa a otra, en la tuya varían los límites y normas según el día y según como te encuentres, eso ya es el lío de los líos para tus peques y te lo harán saber a través de su comportamiento.

El límite no puede ser arbitrario, sino que tiene que estar pensado y reflexionado y transmitirlo con firmeza, desde la tranquilidad de que es por su bien. Será precisamente desde esa tranquilidad desde donde podrás sostener su reacción ante el desacuerdo con el mismo. 

¿Cómo te llevas tú con los límites? ¿Te sientes cómoda? ¿Te es más fácil ponerse a tus peques o a tus iguales?

Publicado en: Separaciones Conscientes Etiquetado como: crianza, crianza consciente, crianza respetuosa, divorcio, divorcio con hijos, límites, normas y límites, Separación, separación con hijos, separación consciente, separaciones

¿CÓMO ACOMPAÑAR LAS RABIETAS SIN PERDER LOS NERVIOS?

Escrito por Rocío y Miguel Ángel Deja un comentario

Si hay una situación que como mujeres y hombres negamos que nos pasará cuando seamos madres y padres, es la de las rabietas. Si presenciamos una antes de convertirnos en madres y padres, rápidamente nos decimos internamente aquello de “cuando yo sea madre/padre, eso a mí no me va a pasar, yo sabré ponerle los límites a mi hijo para no haga eso”. 

Así, tal cual, ¡viva la ignorancia!

Pero es que, que se desencadene una rabieta no es una cuestión de límites. Estos berrinches forman parte natural del proceso de desarrollo del niño y de la niña. 

¿Qué es una rabieta?

Es la expresión de un malestar interno muy desagradable que siente el niño o la niña y que le hace estallar. La diferencia entre esta y un enfado es la forma en la que se expresa, el comportamiento que tiene en pleno ataque de rabia. 

Pareciera que se convierte en otra persona, pero lo único que le sucede es que necesita sacar, expresar, eso que le ha disgustado tanto, y lo hace como sabe y puede: sí, así, como estás viendo ahora en tu mente. 

Las palabras rabieta, pataleta o berrinche están muy denostadas, si en lugar de denominarlas así hablamos de que está en pleno secuestro amigdalino, tal vez las afrontáramos con menos desánimo y más comprensión. Y es que en una situación así, de explosión emocional, la amígdala, el centro cerebral de las emociones, ha secuestrado la totalidad de este y el niño o la niña, por la edad que tiene, no puede ejercer autocontrol alguno. Y bueno, entre tú y yo… muchas personas adultas en muchos momentos de intimidad y de no tanta intimidad, tampoco ejercen ese autocontrol y sufren de secuestro amigdalar, sin embargo, les pedimos a quienes por una cuestión de inmadurez de su cerebro, que tengan ese autocontrol. Pues no, no pueden. No es posible lo que les pedimos.

¿A qué edad es normal que se den las rabietas?

Normal y anormal… ¿quien decide qué es normal y qué no? Yo prefiero hablar de lo que es habitual, así que te cuento que lo habitual es que las rabietas se den en torno a los dos años, que es cuando el o la peque comienza a identificarse con el yo. Pero hay quienes a partir de los 18 meses tienen enfados similares y otros que hasta los 3 años no tienen las primeras. Depende de muchos factores, y ninguna edad es mejor que la otra. Evita las comparaciones, cada peque ES y tiene su propio ritmo. 

Y se pueden dar hasta los 5 ó 6 años de edad, eso sí, no siempre con la misma intensidad, sino que hay un punto álgido de berrinches y después se van espaciando en el tiempo hasta darse de forma aislada, hasta casi desaparecer a esa edad, los 5-6 años.

Esto sucede porque el área cerebral relacionada con las emociones (el cerebro límbico) ha alcanzado el grado de madurez necesaria, que permite al cerebro centrar su energía en desarrollar el neocórtex, el área de este órgano tan fascinante encargada de la parte más reflexiva y de los pensamientos abstractos. 

En torno a los dos años el niño y la niña está empezando a reconocerse en su individualidad.Han estado desde que nacieron sintiéndose uno con mamá, hasta ese momento ha vivido en la diada mamá-bebé, y para que esto deje de ser así es necesario que atraviesa la etapa egocéntrica, esa en la que todo es, yo, me, mí y mío. Y además, ahora, ya. 

Te cuento todo esto con la esperanza de que saberlo te ayude a acompañar mejor en estos momentos a tu peque, para que él o ella pueda aprender a gestionar su frustración y rabia a partir de la forma en la que tú le acompañas. 

¿Qué hay detrás de una rabieta?

Una rabieta nunca es por capricho, grábate a fuego estas palabras y trata de hacer oídos sordos a quienes te dicen que te quiere tomar el pelo, te está manipulando o cualquier cosa por el estilo, porque no es verdad.

Un berrinche es el síntoma de algo, ya sea una necesidad primaria no satisfecha, una necesidad secundaria insatisfecha o un malestar emocional. 

Las rabietas por necesidad primaria no satisfecha pueden evitarse estando pendiente. Se dan cuando hay hambre, sueño, cansancio, etc. Anticiparte a estas situaciones puede evitarte más de una pataleta, y no está de más que te lo pongas y se lo pongas más fácil. Si sales a la calle ten en cuenta la hora y sus necesidades primarias. 

En otras ocasiones las rabietas se dan porque hay una necesidad secundaria no satisfecha, como comer esa piruleta que acaban de ver o seguir columpiándose cuando has dicho que es hora de volver a casa… en esos casos toca marcar el límite y acompañar su enfado. No hay más. Es lícito que se enfade y llegue a explosionar en rabieta, y también es bueno que mantengas el límite que consideres saludable para él o ella. Eso sí, quita de en medio aquello que quiere y no puede tener en ese momento o retiraros del lugar. Eso os lo pondrá más fácil a ambos. Y cuanto antes mejor, no te enredes dándole mil explicaciones o tratando de negociar, ese no es el momento. Después de cuento más sobre ello.

Las rabietas también pueden darse por un malestar emocional: ha comenzado el cole y te echa de menos, siente celos del hermano/a, siente inseguridad o miedo ante un cambio importante para él o ella… permite su explosión emocional, esas emociones que tiene dentro necesitan salir, son emociones que necesita transitar y lo hace como sabe y como puede.

En ese momento de estallido emocional pon atención a que no se haga daño a sí mismo/a, no dañe a otra persona o el espacio en el que estáis. 

¿Cómo actúo ante las rabietas sin perder los nervios?

Si te he contado todo lo anterior antes de pasar a la parte más práctica, es con la esperanza de que conocer qué sucede dentro de sí y que entiendas que las rabietas forman parte natural de su desarrollo, te ayude a entenderle y acompañarle con más serenidad.

Cuando entra en modo rabieta…

No te enfades ni te lo tomes como algo personal contra ti, está sufriendo y te necesita. Su berrinche es una llamada de auxilio a ti que eres figura de referencia para él o ella y que al tener más edad se supone que tienes más autocontrol. 

Lo que necesita de ti es que tengas una actitud de sostén, es decir, que mantengas a raya tus emociones, lo que a ti se te remueve. Así no serás reactiva/o ante sus emociones y evitarás proyectar tus emociones con las suyas.  

Tal vez te ayude repetirte como un mantra alguna frase tipo: “no es algo personal contra mí” o “yo soy la adulta y me necesita”, y así mantenerte en tu centro, algo imprescindible para estos momentos.

Esto requiere que tengas un doble foco: uno en ti y otro en tu peque. Por lo que apaga todos los “tengo que”, exigencias y expectativas del momento. Apaga todos esos pilotos automáticos para centrarte en mantenerte en tu centro y en acompañar y sostener el momento de sufrimiento de tu peque. 

Tu cuerpo habla, más que las palabras incluso, por lo que cuida tu actitud y tu forma de estar presente. El lenguaje no verbal hace mucho más bien en este momento que el verbal. Minimiza al máximo tus palabras. Guárdalas para luego. Estar presente de cuerpo y mente y conectada a tu peque le ayuda mucho. 

Ponte en sus zapatos, has conectado con lo que le puede estar pasando, por lo que ahora valídale lo que siente de verdad, de corazón, no de boquilla “porque esto es lo que tengo que hacer para que la rabieta dichosa pase pronto”. No, así no va a valer. Sólo funciona si es de corazón, si lo haces con todo tu ser, porque de lo contrario se dará cuenta y será peor. 

En el caso de que en la falta de autocontrol se haga daño a sí mismo/a, a otra persona o al espacio en el que estáis, no lo permitas. Pon los límites de forma clara, firme y con calma, pero no te líes a darle explicaciones porque en ese momento no te puede escuchar y tanta palabra como solemos meter, lo único que hace es frustrarle más y es peor. 

¿Y cuándo le enseño que eso así no?

Nos preocupamos mucho de educar y nos olvidamos de su sentir, de permitirle su expresión emocional, algo muy sano. En el momento de desbordamiento emocional no puede escuchar, recuerda lo que te contaba al principio acerca del secuestro amigdalino en el que se encuentra en ese momento. 

Cuando ya ha pasado todo, a las pocas horas si son más pequeños porque si no se les habrá olvidado, o a las muchas horas cuando son más mayores (la hora antes de dormir suele ser un gran momento), podéis hablar sobre lo que ha sucedido para ayudarle a integrar la experiencia y que pueda aprender de la situación. 

Antes de iniciar la conversación conecta con él o ella, valídale lo que sintió y después educa. Explícale lo que consideres teniendo en cuenta su edad, sus necesidades y el contexto. Juntos podéis hablar de cómo podéis resolverlo si vuelve a suceder, o le puedes preguntar cómo puedes ayudarle mejor si vuelve a sentirse así. Se nos olvida escucharles pese a que son los protagonistas de muchas situaciones. 

No es fácil acompañar una rabieta porque la energía de esa emoción es muy grande y la mayoría de madres y padres hemos sido, o somos, analfabetos emocionales que estamos aprendiendo a transitar nuestras emociones. Y es que en nuestra infancia no se nos permitió expresar muchas de ellas, especialmente las que tienen que ver con la rabia y la tristeza. 

Así que es normal que ahora cuando tu hijo o hija entre en rabieta resuenen en ti otras emociones y te entren ganas de que pare de inmediato. Pero lo más sano es ponerle conciencia, atenderle a él o ella y después que tú te escuches a ti y todo lo que se te ha movido por dentro.

No nacemos sabiendo ser madre ni padre, vamos aprendiendo por el camino. Por ello cada rabieta es una oportunidad para conocerte más a ti misma/o, a tu peque y conectar más en vuestra relación 😉

He querido resumir mucho y aunque me ha quedado un post muy largo, me he dejado muchas cosas sin decir, así que si te queda alguna duda, pregúntame que estaré encantada de contestarte en los comentarios. 

Publicado en: Separaciones Conscientes Etiquetado como: berrinches, crianza consciente, crianza respetuosa, pataletas, rabietas

¿QUÉ ES EL AUTOCUIDADO?

Escrito por Rocío y Miguel Ángel Deja un comentario

Mucho se habla del autocuidado, sin embargo, no tengo tan claro que entendamos del todo de lo que hablamos.

A veces tengo la sensación que quien habla de autocuidado se refiere solo a la punta del iceberg, a una café con una amiga o asistir a una clase de yoga, danza, al gimnasio… pero eso es solo una parte, necesaria también, sí, pero puede que la más superficial.

El autocuidado en la maternidad va mucho más allá de darte un espacio de silencio para ti. Comienza primero por saber qué necesitas, y esta puede que sea la tarea más difícil porque hemos sido educadas en darnos y cuidar a los demás, en satisfacer las necesidades de las otras personas, y además, en una desconexión del cuerpo muy grande. Por lo que tenemos muchos handicap que superar para que podamos llevar un autocuidado real.

¿Por dónde comenzar entonces?

Por algo tan sencillo y complejo al mismo tiempo como conocerte a ti misma. Es decir, saber qué necesitas para así poder dártelo tú a ti.

En este sentido escuchar tu cuerpo es clave. Si aún no estás habituada a escucharlo, un truco es que cada vez que sientas una emoción de una forma más intensa, pon tu atención en el cuerpo, a ver dónde se está manifestando y de que forma se está haciendo presente.

Para ello la respiración consciente es una gran aliada. A mí me costó mucho habituarme, pero cuando lo he conseguido, reconozco que es un regalo y me ayuda mucho a vivir más presente, y sobre todo más conectada a mí. Hay una app del móvil que me ha ayudado mucho, te cuento cuál por si te sirve a ti: Petit Bambou.

Conocerte a ti misma es fundamental para que no llegues al momento de explosión, y sea entonces cuando decidas darte un respiro como consecuencia de que has estallado. La conexión con tu cuerpo te ayuda precisamente a ir detectando cuándo tu semáforo interno pasa de estar en verde al amarillo, o va llegando al rojo.

Estar siempre en el verde no es realista, lo que sí puedes es saber es cuándo estás pasando del verde al amarillo o de este al naranja, para en esos casos hacer una retirada a tiempo y cuidarte. Aunque si eres capaz de tener tus espacios establecidos de autocuidado sería genial, porque eso te ayudaría mucho a ti y los tuyos.

No se trata de que el autocuidado comience a formar parte de tu check List, no se trata de que se convierta en una nueva tarea pendiente que sume más estrés a tu vida, sino todo lo contrario.

Por eso autotuidado también es comenzar a decir no. El otro día en sesión con unos padres me decían que tratar de educar en el Ser a sus hijos era muy cansado. Sí, ponerle conciencia es cansado, por eso es más importante aún priorizar y decidir dónde quieres poner energía. Donde sí y dónde no, porque lo que está claro es que «todo no se puede llevar para delante». Bueno sí, pero a costa de qué…

Por lo que poner límites es otra forma de autocuidado. Y priorizar aquellas cuestiones en las que quieres invertir tu tiempo, también. Cuidarte en tus relaciones personales también es autocuidado porque ahora necesitas cuidar especialmente dónde pones la energía y hay relaciones que te suman, pero otras que te restan.

Cuídate de quién te rodeas, evita los compromisos en la medida en la que puedas y aprende a que te resbalen las opiniones que nos ha pedido, o contesta de forma asertiva poniendo el límite.

A veces la fórmula de conseguir tiempo para el autocuidado consiste en eliminar alguna actividad de tu lista y ponerte a ti en ese lugar. No, esto no es egoísta sino un acto de responsabilidad y generosidad. A lo mejor te han enseñado, como me enseñaron a mí, que eso es egoísmo, pero… ¿si tú no te cuidas a ti en qué condiciones vas a cuidar a tus hijos/as?

Cuando antes de volar en un avión dan las indicaciones de seguridad, siempre dicen que antes de poner la mascarilla de oxígeno al otro, te la pongas tú en primer lugar. Pues esto es lo mismo. Tú necesitas coger tu oxígeno para poder después darles calidad a tu peques. De lo contrario le estarás dando una versión de ti cansada, frustrada y harta. Y ni ellos ni tú os lo merecéis, porque la crianza es cansada, sí, pero pasa rápido y te mereces disfrutarla.

Una vez que sabes qué necesitas puedes dártelo y puedes pedir ayuda para que sea posible. Pedir ayuda es otra forma de autocuidado, porque no tienes que hacerlo todo sola. Olvida la imagen falsa de madre superwoman, no te hace bien a ti ni a tus hijos/as. Tal vez pienses que puedes con todo, a lo mejor sí, pero ¿a costa de qué? Siempre es a costa de algo y tal vez el precio sea caro.

Repito, te mereces disfrutar la maternidad y tus peques se merecen disfrutar contigo y de ti. Además si tú te atiendes a ti y tus necesidades, le estarás enseñando con tu ejemplo a cuidarse a sí mismos, a atender sus necesidades, a no dejarse para el último lugar. Le estarás dando permiso para lo que nosotros no aprendimos de niñas y estamos haciendo ahora, «de mayores», a cuidarnos, querernos y mimarnos.

Suelta la culpa, suelta la exigencia, suelta la imagen de madre idealizada para aceptar la madre perfectamente imperfecta que ya eres. Y cuídate.

¿Me cuentas qué cosas hacer para cuidarte? Así podemos aprender las unas de las otras. A mí me me encanta un rato de lectura sin hora para terminar, un paseo sin prisas y una buena conversación con mi pareja. ¿Y a ti?

Publicado en: Separaciones Conscientes Etiquetado como: autocuidado, crianza con apego, crianza consciente, maternidad

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