El final de la relación de pareja no significa el fin de la relación como progenitores de los mismos hijos. Hay un vínculo que sí es para siempre, el de ser madre y padre de las mismas criaturas.
Esto a veces supone un lastre para algunas personas, pues desearían no volver a encontrarse con quien fue su pareja, sin embargo, la necesidad de los hijos en común es bien distinta.
Lo que vuestros hijos necesitan de ti y de tu ex
Aunque como hombre y mujer (o ambas mujeres/hombres) dejéis de ser pareja, para vuestros hijos e hijas sois un único ente. Ellos y ellas son 50% mamá y 50% papá y por ello es fundamental para su salud mental respetar el lugar que el otro progenitor ocupa en sus vidas.
Pues como hombre y mujer podéis haber tenido vuestras diferencias, o puede que las sigáis teniendo, pero eso no resta que cada uno de vuestros hijos os guarde en su corazón un lugar sagrado a cada uno de vosotros, y ese lugar debe ser respetado por encima de todo.
No es necesario que seáis amigos, ni que le admires, simplemente que entiendas lo que esa persona es en la vida de tus hijos.
Si esto es algo que te cuesta y te supone un esfuerzo puede ayudarte a distinguir entre el rol de hombre (o mujer) que esa persona ocupa en tu vida, y el rol que ocupa como padre (o madre) de tus retoños.
Como hombre y mujer ya no tenéis nada que ver, pero hubo un día en el que de forma más o menos conscientes decidisteis tener hijos en común. Ahora no podéis decidir dejar de tener un vínculo, aunque una cosa es el tipo de vínculo que tenéis y otra bien distinta es el tipo de relación que mantenéis.
¿Qué tipo de relación deseas tener con quien fue tu pareja y ahora es el padre/madre de tus peques? Pues ponte manos a la obra para poner de tu parte lo que te corresponde para lograr esa relación que deseas, que será o no posible, pues no todo depende de ti.
Pero ojo, no vayas a tratar de alcanzar algún ideal, pues aquello que no habéis logrado siendo pareja difícilmente vais a lograrlo en la separación. Pues en vuestra relación ahora que estáis separados bebéis de lo que habéis sembrado mientras erais pareja.
De hecho, lo habitual es que ya separados reproduzcáis las mismas dinámicas que ya existían durante la relación de pareja, y eso es lo que debes cuidar de no reproducir.
Observa qué dinámicas deterioraban vuestra relación para, aquello que esté en tu mano, dejar de reproducirlo.
Puede que necesites poner más límites, o ampliar tu capacidad de tolerancia, o dejar de ejercer de madre de él… Sólo tú en tu silencio interno y con grandes dosis de honestidad y valentía, puedes reconocer qué puedes aportar o dejar de aportar para sumar a vuestra relación actual.
Baja a tierra, no tengas grandes expectativas, comienza por hacer pequeños cambios que te faciliten la relación en el día a día.
Y ten en cuenta que vuestra relación está en constante cambio y se va transformando según vais creciendo y evolucionando cada uno de los dos individualmente.
Por ello si ahora las cosas no son como tú deseas, no te agobies ni te culpes, hazte responsable de lo que puedes aportar y suelta lo demás. La vida tiene su propio orden, aprende lo que puedes de esta relación que formáis y deja que lo demás se vaya dando.
No todo depende de ti, en tu mano solo está lo que se halla de piel para dentro, así que ocúpate de ello y de nada más, que no eres responsable de todo lo que sucede entre vosotros ni de todo lo que viven tus hijos.
En los momentos en los que te cueste darle un sitio en tu interior a quien fue tu pareja, mírale a través de los ojos de tus hijos. Observa cómo le ven ellos y desde ahí podrás reconocer quién es él o ella para tus pequeños.
No te traigas todo lo que habéis vivido como hombre y mujer como pareja, pues entonces el rencor, la culpa, el orgullo, el dolor… tomarán el protagonismo y difícilmente podrás guardarle ese lugar de respeto que tus hijos necesitan que le guardes.
Respetar dicho lugar es lo que reduce las posibilidades de que alguno de tus hijos desarrollen un conflicto de lealtades, de lo que te hablamos en este directo de Instagram (https://www.instagram.com/reel/CWoSq5vK9Zr/).
La familia no se rompe, cambia de molde
Aceptar el hecho de que seguimos siendo familia por ese vínculo que os une al tener hijos en común, no suele resultar sencillo cuando la culpa, el rencor o el dolor es grande, pues suele ponerse por delante.
En este tipo de situaciones se plantea un gran desafío, y es ir más allá del ego para transformar todo el dolor y revuelo emocional en una oportunidad para crecer.
De no hacerlo así, fácilmente se señalará a la otra persona o a una misma como CULPABLE. Y no se trata de andar buscando culpables, sino de asumir la responsabilidad y oportunidad que tienes por delante.
Los hijos e hijas tienen un gran radar de autenticidad que hace que se percaten de lo que sentimos. Continuamente estamos emanando energía, no podemos evitarlo, y esa energía está condicionada por lo que sentimos y a ellos y ellas les llega inevitablemente.
Por eso no se trata de que hagas un teatrillo para que parezca que todo está bien, es algo mucho más profundo e importante que tiene que ver con tu mundo interior.
Cuando la buena relación esconde sumisión
En consulta vemos demasiadas veces relaciones de sometimiento y sumisión por una de las partes, en pro de una supuesta buena relación.
Esto sucede porque se confunde el hecho de mantener una buena relación con que no haya conflictos, sin embargo cuando una de las partes cede de forma continuada por evitar enfados o similar, lo que realmente está haciendo es someterse a la voluntad del otro.
En estos casos no hay conflicto externo, pero sí interno, y lo vive quien se está callando y aguantando, por lo que la buena relación tampoco es real porque no hay respeto para ambas partes.
Y recuerda, los hijos e hijas reproducen en su vida adulta lo que vieron durante su infancia sobre todo en sus referentes, por lo que si hay una relación desigual de persona sometedora y persona sometida, reproducirán uno de estos dos roles.
Por lo que cuidado con ese “aguantar por los hijos” que en ningún caso es positivo. Más bien mira hacia dentro y si esto último te está resonando, pregúntate cuál es tu miedo, ¿qué pasaría si se enfadara tu ex? ¿Qué es lo peor que podría pasar? ¿Realmente te compensa seguir callando y aguantando?
A lo mejor estás pagando un peaje emocional alto pasando por encima de ti, y para colmo ofreciéndole a tus hijos un modelo que no quieres que reproduzcan el día de mañana…
Llevarse bien no significa necesariamente ser amigos ni mantener una relación cercana a la amistad. Podemos llevarnos bien y no ser amigos, podemos mantener una buena relación que además construye, sin que haya complicidad ni momentos de risas.
Ni la separación es un fracaso ni tampoco lo es no tener una relación cómplice como padres separados. El tipo de relación que tenéis entre vosotros NO define tu valía como persona ni tampoco como madre/padre.
Aceptar la realidad de vuestra relación es el primer paso para vivir en paz el vínculo que os une, sin pretender forzar la situación ni culpándote por lo que no te corresponde.
Que la separación marque el inicio de una nueva fase en tu vida. Aprovecha y enfócate en tu crecimiento personal, ya sea a través de tus habilidades, dones o metas profesionales, esto te ayudará a cambiar la narrativa de la separación hacia una de empoderamiento y posibilidad.
Te mereces vivir una vida tranquila y en paz sintiendo que lo estás haciendo bien con tus hijos. Disfrutando así del tiempo con ellos y también de tu tiempo a solas.
Y si esto te parece muy difícil, reserva aquí tu sesión de valoración con nosotros y así te damos las primeras pautas que te van a permitir lograrlo como ya lo hicimos antes nosotros.