¿Qué es la culpa? ¿Por qué pesa tanto en el proceso de separación?
Con la maternidad parece que nos dan la canasta con utensilios para el cuidado de la criatura que acaba de nacer y la mochila cargada de piedras de culpa.
Y claro, una de las piedras más grandes y pesadas surge con el proceso de separación al pensar que somos nosotras quienes les estamos causando un daño muy perjudicial a nuestras criaturas o no somos capaces de evitarles dicho daño.
Bueno, ya he dicho muchas veces que la separación ni es mala ni daña. La separación es un proceso natural de la vida y lo que puede llegar a dañar es una mala gestión de esta, pero no la separación en sí. Porque lo malo no es la separación, sino todos los juicios y creencias limitantes que hay en torno a esta.
La culpa juega un papel muy importante porque en la medida en la que sientes culpa no te responsabilizas de lo que sí puedes hacer. Mientras que la culpa te atrapa y te deja en la victimización y lamento, la responsabilidad te lleva a la acción.
Desde la culpa es fácil que:
- No pongas los límites que tus peques necesitan.
- Proyectes en tus criaturas tus propias emociones.
- No ejerzas el sostén emocional que necesitan ni como necesitan.
Y otras muchas cuestiones. Por eso hoy quiero hablarte de la culpa, para que puedas entenderte mejor y puedas liberarte de ella para vivir desde la responsabilidad.
La culpa y la prostitución afectiva
La culpa es un invento, es la forma de mantenernos en un camino que se supone que es el correcto, como si cualquier otro fuera erróneo.
A mí me gusta echar la mirada atrás, creo que conocer de dónde venimos nos ayuda a entendernos y comprender nuestros propios comportamientos. Y si hablamos de culpa no podemos dejar de lado la tradición judeocristiana de la que procedemos.
¿Recuerdas el rezo del Credo cuando decía “por mi culpa, por mi culpa, mi gran culpa”? Había unas normas para todo el mundo y quienes se salieran de ellas por voluntad propia o ajena era señalado y castigado.
Aunque no compartamos esa idea o la religión católica, la realidad es que este tipo de creencias están muy arraigadas al haberse transmitido durante muchas generaciones y requiere poner mucha conciencia liberarnos de ellas.
Además está la necesidad de pertenencia, que es una de las necesidades básicas y que nos llevan en nuestra primera infancia a prostituirnos afectivamente, de manera que crecemos tratando de contentar a quienes nos rodean, y claro… vivir así es como ponerle una alfombra roja a la culpa e invitarla a pasar.
Me explico:
Al nacer las personas careceremos de personalidad y carácter. A lo que más llegamos es a tener temperamento, que para entendernos te diré que es como «los genes del carácter». Es esa parte del carácter que se activará o no en función del contexto y situaciones que vivamos durante nuestros primeros años de vida.
De los 0 a los 7 años se va forjando la personalidad, y esta se crea adaptándose al medio, al grupo al que pertenece esa persona pequeña. Esa persona, tú cuando tenías esa edad, necesitabas sentir que pertenecías a ese grupo (familia), necesitabas sentirte querida y para satisfacer esa necesidad, te adaptaste al medio haciendo aquello que sentías que era aprobado por las personas de referencia de tu mundo, especialmente tus progenitores.
Es lo que llamo prostitución afectiva. No te comportabas según tu Ser, tu esencia, sino de la forma en la que los demás esperaban de ti. Hacías lo que se suponía que tenías que hacer, no lo que sentías.
A partir de los 6-7 años, cuando la personalidad ya está más o menos hecha, se produce la cronificación de esta, y como resultado de dicha cronificación se da el carácter.
El carácter no es más que el personaje que nos hemos creído ser. Es la forma en la que en ese primer septenio de vida aprendemos a desenvolvernos porque sentimos que así es como encajamos en el mundo. Sentimos aceptación y aprobación de los demás, cubriendo así una necesidad básica, la de pertenencia, pero a costa de la desconexión con nuestro propio Ser.
Al vivir pendiente de la aprobación de los demás, cualquier acto o decisión que se aleje de las expectativas que los demás tienen sobre ti, es fácil que caigas en la culpa. Por eso te decía antes, que la culpa es la forma de mantenernos en un único camino ¿cuál? El que los demás esperan de ti.
Desde mi punto de vista no hay nada que esté bien o que esté mal. Hay cosas que te dan paz y otras que te quitan paz. Para saber reconocer tu camino, para sentirte libre y merecedora de vivir tu propia vida, existe un camino y no es hacia fuera, sino hacia dentro: conectar contigo misma.
En la infancia nos desconectamos de nuestra esencia, de ahí la importancia de la crianza consciente, para ayudar a nuestras criaturas a sentirse vistas y amadas por Ser. A sentirse valiosas por lo que son y no por la forma en la que se comportan.
El personaje que nos creamos nos sirvió en una parte de nuestra vida, cumplió su función. No se trata de que ahora lo destierres y reniegues de él, en absoluto. Sino que le agradezcas lo que te ha aportado y la función que ha cumplido, para ahora irte permitiendo cada vez más conectar contigo, escucharte y vivir en consecuencia a esa escucha interna.
A la única persona del mundo a la que tienes que serle fiel es a ti misma. Es contigo con quien vas a pasar todos los días de tu vida.
¿Por qué aparece la culpa en la separación con tanta fuerza?
Porque una separación, y más si eres madre o padre, está muy mal vista todavía. Porque hay multitud de creencias limitantes y juicios en torno a esta y porque si no le pones conciencia es muy fácil que vivas la vida esperando la aprobación ajena, y la separación no es algo que en general las personas del entorno aprueben.
Por eso es importante que le pongas conciencia a por qué te sientes culpable. Te mereces vivir tu propia vida, una vida fiel a lo que sientes, fiel a ti misma. Una vida plena y feliz porque ese sin duda es el mejor y mayor regalo que puedes hacerles a tus peques. Todo lo demás sobra.
Sucede que cuando nos atrevemos a tomar decisiones desde nuestro fuero interno, desde la conexión con nosotras mismas, no estamos acostumbradas y corremos el riesgo de sentir que estamos traicionando a las personas de nuestro entorno.
Y déjame decirte una cosa, no estás traicionando a nadie, estás viviendo tu propia vida, Y TE LO MERECES. La vida es efímera, y quizás larga, pero se esfuma en un abrir y cerrar de ojos. ¿Qué vida quieres vivir, la tuya propia o la que los demás esperan que vivas? ¿La que tú sientes o la que se supone que es correcta? ¿Correcta en base a qué o a quién? ¿Qué o quiénes establecen qué es correcto y qué deja de serlo?
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