Pensar que la familia se rompe al terminar la relación de pareja, es añadirle una carga tan pesada a la separación como insoportable su dolor.
“He destruido nuestra familia”, “ha roto la familia”, “no le puedo dar a mis hijas la familia que se merecen” … Si te identificas con algunas de estas afirmaciones te animo a que sigas leyendo. Pues quiero ofrecerte otra visión. No una para convencerte, sino una que he adquirido con mi propia experiencia personal y que mi experiencia profesional ha alimentado.
Para llegar hasta esta visión que hoy comparto contigo, necesité deshacerme de cada uno de mis juicios y creencias limitantes en torno a la separación. Y es que estas nos dañan mucho más de lo que nos podamos imaginar.
Piensa que las creencias siempre son limitantes o potenciadoras. Por lo tanto, no se trata de sentenciar qué creencia es la verdadera y cuál es la falsa, sino de que tú te preguntes si creer algo de una determinada manera te hace bien o te hace mal, si te da paz o te la quita.
¿Qué está bien y qué está mal? Pues dependerá de a quién le preguntes y con el prisma que lo mire. Por ello, yo más que preguntarme qué está bien y qué está mal me pregunto qué me da paz y qué me quita paz. Y trato de decidir en base a ello.
Por eso decidí quedarme con esta idea que yo vivo como mi verdad, una verdad alineada a mis tripas, a mi esencia. Esa que no entiende de normas sociales y sí de amor, del amor de verdad, ese que es libre y no entiende de formas ni estructuras culturales ni sociales.
Y me refiero a la idea de que cuando la relación de pareja se termina, la familia no se rompe, sino que cambia de molde. Y es que, al poner fin a vuestra relación de pareja permitís que vuestro vínculo, vuestra forma de relación se transforme a una nueva en la que seguís siendo familia, pero en un molde diferente. Y en la medida en la que tengáis nuevas relaciones de pareja, vuestro molde familiar se irá agrandando dando cabida así a nuevos vínculos. Porque el amor, cuanto más se da, más se recibe y así va creciendo. Recuerda, el amor se multiplica, no divide.
No te hablo de algo utópico, sino real como lo es la vida misma.
Hollywood, Disney y el peso de la tradición judeo cristiana nos han hecho creer que solo existen un modelo de familia. Como si todo lo demás si se denomina familia, perteneciera a una categoría inferior. Sin embargo, por mi propia experiencia personal y profesional, donde desde Creada acompañamos a otras familias a cambiar de molde, puedo afirmar fehacientemente que cuando una relación de pareja se termina la familia no se rompe, sino que cambia de molde. Pudiendo crecer y ganar mucho en amor.
Para poder integrar esta idea uno de los caminos que ayudan a ello es desaprender lo aprendido, vaciarnos de aquellos aprendizajes que ahora no nos valen, que nos encorsetan robándonos paz. Y para ello a mí me gusta mirar atrás y ver de dónde venimos para entender el porqué y cómo hoy estamos y pensamos tal y como lo hacemos.
Venimos de una tradición judeocristiana muy grande y al margen de profesar la religión católica o no, el peso de sus creencias está muy arraigada en el inconsciente colectivo. De esta tradición nace el estándar de familia como madre, padre e hijos, y todo lo que se saliera de este molde no solo estaba mal visto, sino que era malo. Es más, quien no cumpliera con ella debía sentirse culpable.
Además, se entendía que un hombre y una mujer que se quisieran tenían que ser pareja, como si el amor tuviera una única forma y estructura en esas circunstancias. Y si eran pareja, tenían que tener hijos, pues si no ¿para qué estaban juntos?
Y esa pareja era para siempre, “hasta que la muerte los separe”. Obviando así la idea de que las relaciones humanas son cíclicas, como lo es todo en la naturaleza.
Quien se saliera de lo correcto, que no era más que el estándar social y culturalmente establecido, debía sentir el peso de la culpa. Que no es más que un invento para mantenernos en el camino que se supone correcto.
Una madre me decía que le dolía ir a la playa con su hijo y ver a familias completas, en ese momento sentía pena por su hijo porque su familia no era completa, se había roto. Yo entiendo el dolor de esa madre, lo sentí en su día, sin embargo, es una mentira social que nos hemos creído y desmontarla es necesario.
¿Qué es una familia completa? Parece que en esta sociedad la familia formada por un padre, una madre e hijos son una familia de verdad y quienes nos salimos de ese molde si somos familia, lo somos, pero de una categoría inferior. Pareciera que tenemos menos valía.
Piensa un momento en familias que responden al estándar, si las vemos en un escenario como la playa, de ruta de senderismos en familia o yendo juntas al colegio, vemos el ideal. Una familia perfecta unida. ¿Sí? ¿Unida? Pueden que estén juntos, pero no tienen porqué estar unidos. ¿Conoces personas que mantienen una relación de pareja amable en la calle, pero de puertas para dentro son una cosa bien distinta? Pues lo mismo sucede con las familias.
Lo que ocurre es que cuando nos sentimos inferiores, cuando sentimos el peso de nuestros propios juicios ante las separaciones, al ver a otras familias como desearíamos que fuera la nuestra, estamos proyectando nuestros propios ideales y expectativas sobre la familia.
No vemos lo que hay en ese conjunto de personas, vemos lo que desearíamos tener. Lo que esa familia representa para nosotras.
Esto se agrava y vuelve más difícil cuando tiempo anterior a nuestra separación hemos juzgado las separaciones y divorcios. Vernos en la posición que previamente hemos criticado y denostado nos lo pone aún más difícil.
Reconocer esos juicios y creencias limitantes, nuestros ideales y expectativas sobre la familia y la culpa que nos despierta nuestra situación, es el primer paso para ir deshaciendo cada nudo. Para vaciar nuestra mente de todo ese ruido y conectar así con nuestra esencia, con nuestro ser.
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