
Un acuerdo justo: Cómo lograrlo
Como abogada, considero que en una separación con hijos, hay tres ámbitos que siempre están presentes y que se entrelazan entre sí: el duelo personal, la coparentalidad y lo económico.
Aunque mi labor como profesional se centra en el aspecto jurídico, he aprendido que muchas de las tensiones o bloqueos que surgen en la negociación tienen que ver con que estos tres planos no avanzan al mismo ritmo.
El primer ámbito es el duelo personal: cada miembro de la pareja vive su proceso emocional de forma distinta. Uno puede estar más adelantado en la aceptación de la ruptura, mientras el otro sigue en una fase de dolor o resistencia. Esa diferencia emocional puede generar confusión, presión o incomodidad en la negociación.
El segundo ámbito es la coparentalidad: aquí se toman decisiones importantes sobre la organización familiar, la custodia de los hijos o el reparto de tiempos. Si el duelo no está bien gestionado, es fácil que las emociones personales se «cuelen» en este espacio, dificultando acuerdos que deberían estar pensados desde el bienestar de los hijos.
Y el tercer ámbito es el económico, que también puede estar teñido por heridas emocionales no resueltas. El miedo, la desconfianza o el deseo de compensación pueden dificultar una negociación justa y serena.
Por eso es tan importante aprender a distinguir estos tres planos. Poder ver con claridad en qué parte está el bloqueo o la resistencia te ayudará a no mezclar los conflictos personales con las decisiones prácticas.
Así evitarás caer en trampas emocionales que, sin darte cuenta, pueden condicionar todo el proceso.
Un acuerdo justo

Separarse no es fácil. Si estás viviendo este proceso, seguramente lo único que quieres es que acabe pronto y con el menor dolor posible.
Tal vez piensas que lo mejor para tus hijos es firmar rápido, evitar discusiones y que todo vuelva a la calma. Pero antes de hacerlo, quiero invitarte a parar un momento y reflexionar: ¿estás firmando algo con lo que realmente estás de acuerdo? ¿es un acuerdo justo?
A veces sentimos que tenemos que ceder en todo para evitar más conflictos. Pero eso puede ser una señal de que las cosas no están bien equilibradas y que ese acuerdo, lejos de traerte tranquilidad, puede causarte problemas más adelante.
También puede pasar lo contrario: que creamos que nos están presionando cuando en realidad no estamos escuchando lo que la otra parte necesita. Es difícil distinguir entre ceder por miedo o por amor, y por eso es tan útil contar con ayuda profesional en este momento.
Aquí te dejo algunas situaciones en las que quizás sea mejor no firmar de inmediato y tomarte un tiempo para pensar.
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Cuando intentas evitar el conflicto a cualquier precio
Es normal estar cansada o cansado. Discutir desgasta y muchas veces solo queremos que todo termine. Pero evitar el conflicto no siempre significa que el acuerdo sea justo.
Si sientes que tú eres quien siempre cede, mientras la otra parte impone, es momento de hacer una pausa y preguntarte:
- ¿Estoy aceptando esto solo por miedo a discutir?
- ¿Dentro de un año me sentiré bien con esta decisión?
- ¿Le diría a una amiga que firmara un acuerdo como este?
Si dudas al responder, es señal de que algo no encaja. Tal vez haya que buscar otra forma de resolverlo.
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Cuando no hay equilibrio entre las dos partes
Un buen acuerdo se construye desde la igualdad. Pero eso no siempre pasa. Hay situaciones donde una persona tiene más poder que la otra, y eso hace muy difícil negociar con libertad.
Esto puede suceder si:
- Dependes económicamente de tu expareja.
- Te hace sentir culpable, te chantajea o te mete miedo.
- Sientes que te amenaza, directa o indirectamente.
Si algo de esto te está pasando, es importante que no tomes decisiones sola. Habla con alguien de confianza o con una profesional que pueda ayudarte a ver la situación con más claridad.
Además, nadie debe presionarte con los plazos. Tienes derecho a tomarte el tiempo necesario.
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Cuando no tienes toda la información económica
Para que un acuerdo sea justo, necesitas conocer toda la situación económica de la otra parte. Si no tienes acceso a esa información o algo te huele raro, mejor no firmes todavía.
Algunas señales de alerta:
- No te enseñan las cuentas, nóminas o la declaración de la renta.
- Ves movimientos raros de dinero antes del divorcio.
- Te presionan para firmar rápido sin que puedas consultar a nadie.
Tener dudas es normal. Puedes negociar con buena voluntad y al mismo tiempo protegerte legalmente. Pedir ayuda profesional no significa desconfiar, significa cuidarte.
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Cuando el acuerdo puede afectar a tus hijos
Si tenéis hijos, todo lo que acordéis ahora les va a afectar a ellos también. Por eso, es clave que lo que firmes realmente proteja su bienestar.
Uno de los temas más delicados es la custodia. A veces se propone la custodia compartida y puede que sientas mucha presión para aceptarla.
Esa presión puede venir de fuera (la otra parte, personas cercanas, incluso el juzgado), pero también puede venir de ti misma: del miedo a parecer poco flexible, del deseo de evitar más problemas, o del dolor de imaginar a tus hijos sufriendo.
Pero aceptar algo con lo que no estás de acuerdo, sin pensarlo bien, puede hacer daño a todos.
También es bueno preguntarte si esa resistencia viene de algo real o de un miedo interno. No todas las custodias compartidas son malas, ni todas son buenas. Por eso es tan importante hacerte estas preguntas:
- ¿Estoy rechazando esta idea por algo que veo claramente que no va a funcionar?
- ¿O es el miedo al cambio lo que me frena?
- ¿He buscado orientación de alguien que sepa y me ayude a ver con claridad?
Para un acuerdo justo: tómate tu tiempo. Escucha tus intuiciones, pero también contrástalas con una mirada profesional. No te sientas obligada a firmar si no estás convencida. Este acuerdo marcará la vida de tus hijos y la tuya, así que vale la pena hacerlo bien.
En resumen
Un acuerdo de mutuo acuerdo es lo deseable, pero es fundamental que te sientas libre para valorar cada propuesta con perspectiva, para expresar lo que tú también necesitas y para plantear tus propias propuestas.
Que sientas que puedes hacerlo sin miedo, sin prisas impuestas y sin sentirte arrastrada por la urgencia de otras personas.
Un acuerdo justo requiere que ambas partes tengan el espacio y el tiempo necesario para pensar, para hablar y para decidir con respeto mutuo. Y eso incluye darte permiso para parar si algo no te encaja.
Este momento es delicado, sí, pero también puede ser una oportunidad para construir desde el respeto, la claridad y la libertad.
Si sientes presión, dudas o inseguridad, frena. Busca apoyo. Estás viviendo un momento difícil, y mereces tomar decisiones con calma, respeto y apoyo.

Puedes conocer más sobre Maribel Montero, autora de este artículo, y abogada y mediadora colaboradora de Creada, aquí, donde también puedes reservar una cita con ella.





A pesar de este impulso a los acuerdos, el abogado sigue siendo una figura imprescindible en cualquier divorcio. No solo para garantizar que los acuerdos sean justos y legalmente válidos, sino también para asesorar en la elección del mejor MASC para cada caso y por supuesto para realizar la tramitación judicial del acuerdo.
Uno de los grandes desafíos de esta reforma es que los abogados no vean los MASC como un simple requisito a cumplir antes de litigar, sino como una verdadera oportunidad para ayudar a sus clientes a alcanzar la mejor solución posible.
Elegir un abogado con una mentalidad negociadora es clave. Un buen abogado debe:
Puedes conocer más sobre Anabel García, autora de este artículo, además de mediadora y abogada especializada en derecho colaborativo, 











